A raíz del inesperado y aciago caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que aún las autoridades pertinentes no confirman el hallazgo de sus cuerpos, México vive más hundido en la desesperanza e incredulidad de una clase política maltrecha sin distinción de partidos políticos y unas redes de narcotráfico imparables.
La sociedad mexicana acostumbrada a la violencia desmedida desde hace años observa ante sus ojos el desgaste de esa lucha sin descanso contra los carteles de las drogas, muchas veces amparados éstos y protegidos por el poder político y judicial que copan grandes titulares cuando se habla de fosas, osamentas y cuerpos descubiertos sin el más mínimo resultado o continuidad en la investigación de esos casos.
Desde hace ocho años y como consecuencia de los innumerables casos de horror a manos de sicarios del crimen organizado el expresidente Felipe Calderón enarboló la bandera del eterno eslogan de campaña de “lucha contra el narco” con pocos resultados tangibles.
La situación de violencia incrementó y los carteles afianzan su negocio de tráfico de drogas y armas de fuego hacia los objetivos receptores.
México cuenta una desigualdad social y pobreza acuciante, a pesar de ocupar el décimo cuarto país en economía del mundo y que ha registrado un modesto crecimiento económico gracias al comercio internacional y la inversión extranjera.
En ese sentido, el gobierno del actual presidente Enrique Peña Nieto, quien también se comprometió a enfrentar la criminalidad, no tuvo mejor idea que ausentarse recientemente para llevar a cabo una gira por países asiáticos, a ojos de muchos innecesaria e inoportuna, en momentos en que millones de mexicanos claman a gritos su renuncia y una justicia eficaz con este terrible caso de los estudiantes.
El Presidente dice estas protestas son sólo para “desestabilizar, generar desorden social y atentar contra el proyecto de nación”.
El mundo exige justicia por la desaparición de los 43 estudiantes, sumado a la lista de los miles de asesinatos solo en lo que va de este año. Solo pienso que tenemos como isla muchísima similitud con la desgracia mexicana en casi todos los aspectos.