¿Acaso es tan devastador el cambio que hemos sufrido los dominicanos como pueblo, como seres humanos, desde hace muchos años? Hoy estamos a 23 de diciembre y, no obstante, son pocas las manifestaciones de lo que, en otros tiempos, se denominaban alegremente “aires navideños”.
En lugar de aquellos aires festivos, existe un profundo silencio y dudosas expectativas. No es que el tránsito haya disminuido –cada día es más espantoso: calles y aceras imposibles, desbordadas de motoristas y conductores insolentes que nos han robado a todos la paz y el sosiego.
Hemos sufrido cambios tan drásticos como pueblo que nos han transformado en nuestra esencia, en lo que siempre hemos sido como dominicanos. Pese a este ambiente no son pocos los que se entregan a meditaciones trascendentes, y tal actitud supone recogimiento, paz, silencio.
En otras épocas nunca faltaba ese componente de alegría que es parte del carácter, de nuestro carácter, y que ahora no se encuentra tan fácilmente. No hay salutaciones, ni tarjetas ni llamadas, ni encuentros, y el decorado de otrora se ha reducido a su más exigua expresión.
Si hablara en términos personales diría que asombra cómo tantas personas ya no figuran en nuestro contexto. Nos hemos enfriado, quizás desanimados por tiempos y circunstancias que no son gratos ni promisorios. He percibido un decaimiento en los afectos, los diálogos, en la cercanía, en la franqueza. ¿Acaso las huellas de los golpes sistemáticos de la vida y del tiempo?
Planear, reflexionar, escribir y leer son opciones valederas para enfrentar la angustia y el desasosiego en tiempos que antes eran de familiaridad y alegría, pero que ahora nos obligan a una angustiosa y compleja meditación sobre las angustiosas expectativas de lo presente y lo porvenir.
Todo ha cambiado radicalmente y de forma abrumadora. No podemos sustraernos al cambio, pero son tan palpables las diferencias y no siempre y precisamente para bien. La indiferencia ha hecho acto de presencia y esta realidad vaticina terribles angustias en todo el horizonte.
Leo los periódicos y despierto a lo estremecedor, al caos, al desasosiego: “Autopista Duarte: sus muertos de cada día y cada año son más” (Hoy). “El sector agrícola arrastra desafíos de cuatro décadas” (El Día). “Presidente Arévalo dice droga fue cargada en RD”. “Accidentes cuestan a sistema de salud dos mil 200 millones en atención”.
“Exenciones tributarias serán de 393 mil 556 millones” (Listín Diario). “Denuncian fiscales viven en apartamentos incautados en Naco” (Listín). “Renuncian ministro y viceministro de Economía y Planificación”. “Malaria ataca con fuerza en tres provincias”. “Más de 63 mil piden cobertura por accidentes”. “Policías y soldados caen, pero sin intercambios de disparos”.
Leamos más detenidamente: “Dos agentes de la Armada Dominicana y un civil fueron abatidos por oficiales adscritos a la Dirección de Investigaciones criminales”. “Acusado sostiene que quien descuartizó a Yeny fue Luis” (Hoy). “Muertes maternas ascienden a 151 en 11 meses”.
Quizás estos días deberían ser útiles no solo para fiestas y tragos sino también para reflexionar en un panorama que dice mucho sobre el estado espiritual del pueblo dominicano, del país, de nuestro presente y de nuestro futuro probable…