Cuando Diandino Peña escuchó del otro lado del teléfono esa voz femenina tan conocida seguro que se sintió orondo, y no era para menos: Alicia quería hacerle una entrevista.
Supongo que imaginó que la entrevista sería como una caricia a su singular ego. Y él, que no suele dar entrevistas, aceptó gustoso ir al encuentro con Alicia, una periodista de quien dijo tenía la más agradable de las impresiones. Pero no calculó bien… y le salió el tiro por la culata.
A lo mejor pensaba que le iban a preguntar sobre el Metro, esa megaobra cuyo costo ronda los US$2,000 millones, pero vino Alicia y… tituá! le preguntó por el “Metrico”, un majestuoso edificio de su propiedad que se dice costó RD$800 millones.
Y resulta que este hombre capaz de manejar simultáneamente el Metro y más de 20 empresas de su propiedad, ni siquiera recordaba el alcance de su impresionante patrimonio.
Diandino “no recordaba” o no quiso recordar nada, como el estudiante que sabe todo y cuando llega el examen final se le “nubla” la mente y olvida todo. No hubo forma de que explicara el origen de su fantástica fortuna, ni de dónde salieron tantas empresas, 15 de las cuales están registradas en el extranjero.
Tampoco pudo justificar por qué su declaración jurada de bienes no se corresponde con la verdad, ni las razones para usar a un infeliz como testaferro, si sus propiedades son el fruto de 40 años de trabajo suyo y de su familia. Después de esa entrevista su imagen cayó en un hoyo más oscuro y profundo que los túneles por donde corre el Metro.
Algunos dicen ahora que Diandino cayó en un gancho. Sin embargo, Alicia no hizo otra cosa que buen periodismo. ¿Qué otra cosa esperaban, ¿que le preguntara la marca de su corbata?
Lo cierto es que la comunicadora puso al funcionario entre la espada y el Metro.
Pero resulta que en medio de la lucha que libran miles de dominicanos contra la corrupción y la impunidad se levantan voces queriendo satanizar a la periodista y victimizar al funcionario.
No es extraño, dicen que hace 2,000 años una turba de fariseos pedía la libertad de Barrabás! ¡Eureka! ¡En qué pozo ha caído la moral de algunos!
Los ataques contra la periodista, tan despiadados como inútiles, demuestran que si ser cuerdo en un pueblo de locos puede ser peligroso, más riesgoso aún es ejercer el periodismo serio y valiente en un país donde los comunicadores bocinas, adláteres e incondicionales del Gobierno de turno viven como príncipes en torres de lujos, con espalderos y con propiedades que -igual que le pasó a Diandino- no podrían justificar con el sueldo que reciben.
No vivimos en el país de las maravillas, pero si existieran más Alicias, en nuestra media isla habría menos escándalos de corrupción y cero impunidad.