Diamela Eltit: “En Chile se instaló que el mercado era democracia"

Diamela Eltit: “En Chile se instaló que el mercado era democracia»

Diamela Eltit: “En Chile se instaló que el mercado era democracia»

Escritora chilena Diamela Eltit

Santiago de Chile.- La escritora chilena Diamela Eltit, flamante ganadora del Premio FIL de Literatura 2021, dice que el sistema neoliberal implantado en Chile en la dictadura extendió la idea de que “el mercado era la democracia”, un modelo “feroz” que está aún lejos de terminarse, pese a que “crujió” con las protestas de 2019.

Ferviente crítica de la desigualdades sociales y una voz crucial para la literatura latinoamericana, Eltit (Santiago, 1949) analiza en una entrevista con Efe el actual momento político que vive Chile, con la redacción de una nueva Constitución en marcha y unas históricas elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, y defiende la importancia de “desbiologizar” las letras y dejar de hablar de “literatura de mujeres».

Autora de obras indispensables como “Jamás el fuego nunca” (2007) y Premio Nacional de Literatura de Chile en 2018, su debut literario lo hizo en 1983 con la novela “Lúmperica”, publicando hasta la fecha una veintena de libros, entre los que también destacan “Vaca Sagrada” (1991) e “Impuesto a la carne” (2010).

Pregunta- ¿Qué supone para usted este nuevo galardón y en qué momento vital lo recibe?

Respuesta- Recibir premios en este contexto de pandemia tiene algo estimulante, pero uno no se puede olvidar de todo lo que pasa a su alrededor. En Chile la pandemia está bastante controlada ahora tras meses durísimos y tenemos muchos movimientos políticos. El premio fue muy positivo para mis libros, más que para mi persona.

P- El jurado de la FIL dijo que su obra “es una voz trazada con los cuestionamientos más urgentes de la época contemporánea en tiempos de pandemia, migraciones, depredación y devastación ambientales”, ¿concibe la literatura y el arte en general sin compromiso político?

R- Toda literatura porta signos políticos, aunque el decir que no porta signos políticos ya es un signo político en sí mismo. Nada está fuera de la política. Para mí, lo más importante son las políticas de las letras en el interior del libro, no basta con tener posiciones políticas sino que hay que tener una política de escritura también, elegir una determinada estética y poética que recorra la obra y los lugares hacia los que se desplaza. A mí no me han interesado los centros, sino esos otros sujetos que están fuera de los dictámenes más centristas.

“SISTEMA IRRACIONAL PENSADO MUY RACIONALMENTE”

P- ¿Cómo cree que las graves protestas de 2019 y el inédito proceso constituyente en el que está inmerso Chile van a influir en la literatura nacional?

R- En Chile hubo un estallido, la palabra estallido tenía sentido, no era una metáfora distante de los que pasó porque sencillamente todo estalló. Y eso va a ser pensado y repensado en las escrituras del porvenir. La Asamblea Constituyente, que tiene como presidenta a una representante de los pueblos originarios, dio además un poco la vuelta a la monotonía de la dominación del proceso neoliberal, lo hizo crujir. Obviamente no ha terminado y está muy lejos de terminarse, pero efectivamente salieron cuestiones que estaban obturadas.

P- En el estallido social y en la posterior campaña para la constituyente se decían mensajes como que “Chile fue la cuna del neoliberalismo y será su tumba”, ¿así lo cree?

R- Fuimos el laboratorio del neoliberalismo, en ningún país fue ni es de la intensidad que aquí. Es una cosa extrema, todo esta privatizado, es muy feroz, pero para deconstruir ese sistema falta bastante. Es un sistema irracional que fue pensado muy racionalmente, los economistas le han dado sensatez a un modelo insensato.

Lo que ocurrió en Chile es que sujeto y objeto pasaron a valer lo mismo porque nos dijeron que en el mercado radicaba la democracia y la deuda era la manera de modernizarse. La biología del sujeto quedaba confiscada por la deuda del sujeto a lo largo de su vida y la gente terminó comprando con crédito la comida y los medicamentos y esto se transformó en una pesadilla.

P- ¿Cree que la pandemia ha hecho a muchos cambiar de opinión y defender la importancia de la salud pública?

R- El sistema es inteligente, no es estúpido. Todos, sin excepción, incluido el gran empresariado, hablan ahora de hacer ciertas modificaciones porque hay desigualdad, pero los poderes se están acomodando para cambiar y hacer lo mismo. Los grandes empresarios están pensando en ganancias y no en el otro. La situación no es simple, pero tampoco es infranqueable.

“DEMOCRATIZAR LAS LETRAS”

P- En una entrevista reciente aseguró que “la letra está genitalizada” y que había que “desbiologizar la escritura”, ¿a qué se refiere?

R- Durante siglos ha habido una preeminencia indiscutible de la literatura de hombres, con una presencia de mujeres muy minoritaria. Los feminismos de los 70 buscaron equilibrar situaciones en todo orden de cosas, incluido lo literatura y desde la academia se impulsó la ‘literatura de mujeres’. Habitamos universos binarios masculino-femenino, hombre-mujer, blanco-negro, alto-bajo, pero cuando es binario hay un polo que se pone sobre el otro inevitablemente.

Lo que yo señalo es que en esta lógica habría dos polos, la literatura de mujeres y la literatura, que se entiende bajo el poder de lo masculino. Esa diferenciación es compleja. Si bien la idea era romper con el gueto, lo que se hizo es agrandarlo. Creo que la literatura está biologizada. Lo interesante como horizonte, no mañana porque va a ser largo, es buscar un horizonte democrático donde se analicen las obras en igualdad de condiciones. Ser mujer no garantiza nada, pero ser hombre tampoco.

P- De hecho, la denominación “literatura para mujeres” ha tenido siempre una denotación peyorativa, se entendía como algo más superficial, más liviano.

R- Sí, se entendía como una literatura de segundo orden. Pero ahora con las expresiones feministas muy necesarias, el mercado actúa muy inteligente pide más literatura de mujeres. Hay que ver eso bien finamente porque el fin es la democratización de la letra. No basta con pensar en literatura de mujeres para tener democracia, hay que pensar en literaturas.