Todo el fervor verde merece la mejor suerte. Pero dicho esto, una triste realidad dominicana es que nuestra podredumbre llega al tuétano.
Curarnos del “lisio” de la corrupción e impunidad nos costará lágrimas, sudor y quizás sangre… Un cuento cibaeño de antaño narra que una joven madre al salir al mercado, ante los gritos del hijo le promete que si calla y espera tranquilo al regresar matará una gallina para un arroz con pollo.
Al mediodía llega el marido y el niño nueva vez está desgañitado.
Pregunta por qué y la esposa cuenta cómo prometió premiarlo, engañándolo pues al volver no mató la gallina ni hizo el locrio.
El padre indignado salió al patio, cogió una gorda gallina, retorció su pescuezo y ordenó a su mujer: “¡Cumple tu promesa! No podemos criar un deshonesto!”.
En China su folklore tiene un cuento igual pero con puerco en vez de gallina; allá lo narran en hogares y escuelas con orgullo tradicional. Aquí pocos recordamos el nuestro… Honradez y honestidad difícilmente la aprenden viejos.