Leí que en el tradicional sermón de las siete palabras un cura había opinado malamente sobre la prensa dominicana. ¡Ah caray!, pensé, ¡al fin despiertan! Y supuse, antes de leer en detalle, que se referiría a tantos patentes conflictos éticos como por ejemplo ser empleado de un periódico y al mismo tiempo dueño de una agencia de relaciones públicas; usar guardias y policías pagados por el gobierno como choferes o guardaespaldas sólo a título de periodista; exhibir riquezas inexplicables por el sueldo como periodista; predicar la moral en calzoncillos o incurrir en simonía flagrante… Pero no.
El indignado arcipreste al parecer estaba molesto sólo con aquella prensa que lucía descarriada ante cierta autoridad eclesiástica.
El mensaje parecía ser: hagan lo que quieran, pero nunca nada contra nosotros, los protectores de la fe, guardianes de los misterios divinos… ¡A repicar gloria!