No sólo de Odebrecht, los verdes, las lluvias o Amet puede escribirse y huyo por la derecha evadiendo como león de muñequitos, para compartirles una serendipia descubierta en una crítica gastronómica.
Carolyn Kormann en “The New Yorker”, para ensalzar el restaurante The Finch (cuyo chef-propietario cocinaba en Gramercy Tavern), refiere tal excelencia culinaria que al salir caminando por la avenida Greene de Brooklyn tras cenar allí, dos amigos sentían tanta euforia que por un momento “olvidan que sus cerebros evolucionaron para preocuparse acerca de cómo el mundo está evolucionando”.
Por momentos me parece que pese al indudable avance de la conciencia social de los dominicanos, nuestros cerebros quizás no han evolucionado todavía tanto como para que las preocupaciones sobre el ambiente o entorno social –no hablo de ecología— motiven enconos suficientemente duraderos o intensos como para catalizar cambios importantes…
¡Joder! Ni tratando de escabullirme logro soltar el tema de la corrupción y la impunidad. ¿Seré yo o realmente estamos evolucionando? ¿Cuál serendipia –encontrar algo distinto a lo buscado— traerá el verdor?