A quienes ven en el éxito de las manifestaciones de los verdes, exigiendo fin a la corrupción e impunidad, una oportunidad para liderar las masas que sus fallidos liderazgos políticos nunca han concitado, debería darles vergüenza el resultado de recientes encuestas sobre la popularidad de Danilo Medina.
Tras meses de bombardeo incesante, y pese al justificado escarnio por Odebrecht, el presidente Medina mantiene un apoyo superior al 53 % y el principal partido opositor no remonta un 24 %, ¡ni siquiera la mitad! El fenómeno de una masa tan significativa de descontentos, como evidenció la marcha de Santiago, sin ningún líder individual ni aparente, por un lado, y tantos malandros buscando pescar en aguas turbias, anuncia una peligrosidad grande.
No por alguna trama sediciosa como tontamente arguyen algunos, sino por la deslegitimación de los partidos opositores, incapaces de cumplir su rol democrático.
Una sociedad sin oposición suficientemente organizada como para que exigencias populares sean atendidas, aun en un ambiente de cooptación clientelista, demerita la popularidad y corroe su propia institucionalidad. ¡Esto merece asunto!