Ayer martes 21 se cumplió medio siglo del atentado a tiros contra el héroe nacional Antonio Imbert Barrera. En la bifurcación de la César Nicolás Penson y la Pedro Henríquez Ureña, atacantes trujillistas ametrallaron el automóvil en que iba el general.
Los tiradores estuvieron tan cerca que casquillos de sus armas fueron encontrados dentro del mismo pese a que él ni su guardaespaldas habían logrado devolver el fuego.
Al llegar a la Clínica Internacional, conduciendo él mismo, Imbert Barrera se desmontó sangrando, con su ametralladora en mano pues ignoraba si sus atacadores venían persiguiéndolo, y a voces pidió que atendieran primero al otro oficial que estaba peor herido que él y no podía salir por sí mismo del automóvil.
Al difundirse la noticia, a la clínica los primeros en llegar armados hasta los dientes –para custodiarlo— fueron dirigentes izquierdistas, comandantes constitucionalistas.
Ese dato prefieren olvidarlo quienes desprecian el papel de Imbert en la revolución del ’65, pese a que restaurada la democracia protegió y alentó a sus antiguos adversarios. ¡Cuántos ingratos!