Si me pasara la vida escribiendo sólo sobre la podredumbre y vilezas de lo que Moscoso Puello llamaba “la vida en el trópico”, seguramente amargaría mi existencia. ¡Pero la vida es bella! Un enorme roble criollo florecido con sus lilas y azules bellísimos me lo recordó ayer.
Anoche, para no olvidarlo, unos gavilanes nocturnos parientes del querebebé me lo repitieron en “stacatto” agudo.
Encontré hace unos días –lo creía perdido- un libro viejísimo encuadernado en piel, “Ciencia del Lenguaje y Arte de Estilo”, por Martín Alonso, edición de Aguilar más vieja que yo, regalo hace 39 años de monseñor Robles Toledano; al leer su nota manuscrita se me aguó el alma recordando al viejo amigo y mentor.
Y mi amigo Jacques Ponty, camarada entrañable, al fin colgó su blog, www.jacquesponty.com, un viejo sueño suyo que alegremente comparto (¡cuya lectura recomiendo!). Tener salud, familia, amor y trabajo conforma un tesoro tan enorme que, al ver cómo viven enchivados en un lodazal quienes sufren su carencia, alimenta una gratitud más que religiosa, espiritual.