La vaina de Odebrecht para el PLD es que deben decidir si defender la impunidad de dirigentes o funcionarios envueltos en el caso es suficientemente importante como para arriesgar el poder.
Tirar varios patos al agua nunca ha sido el “modus operandi” de los peledeístas, sino que su cúpula funciona como logia o fraternidad medieval que subsume el “todos para uno y uno para todos” como escudo garantizador de impunidad.
La oposición evidentemente carece de fuerza, al menos hoy, para forzar a que aquí hagamos como en los demás países afectados por el escándalo de sobornos y sobrevaluaciones: investigar hasta las últimas consecuencias no sólo quiénes pagaron sino quiénes recibieron, cohecharon, sobrevaluaron y luego prevaricaron.
La relación actual de poder podría hacer desvariar a usualmente agudos estrategas, urgidos por la inmediatez de esquivar el alud de culpas que les viene encima.
Pero ganar momentáneamente esa pírrica batalla traerá tremendas consecuencias políticas. Para preservar el gobierno, mis amigos peledeistas deberán ellos mismos purgarse para satisfacer los inevitables reclamos de justicia sin impunidad.