La marcha antiimpunidad del domingo y todo cuanto se ha dicho me recordó esta vieja columna: Uno lee pendejadas que obligan a preguntarse: ¿cuándo es el propio fracaso el de toda una generación?
¿Por qué algunos frustrados pretenden atribuir a otros, o peor a toda su generación, la propia incompetencia o amargura?
¿Acaso se mide el éxito sólo por como hayan sido los logros o desengaños en la política? ¿O por la política? ¿Ser impecune significa fracasar? ¿Será verdad que sólo los corruptos, por corruptos, han alcanzado alguna auto-realización suficientemente satisfactoria como para no andar acunando penas y frustraciones?
¿Está hoy toda la sociedad dominicana realmente peor que como soñó cualquiera que haya descubierto el sentido de la libertad en los años sesenta?
A mí me parece que estas preguntas poseen legítima importancia, pues algunos dominicanos que viven rumiando su desventura, porque muchas cosas no han sido como quisieron, pretenden embarrar a casi toda la sociedad dominicana con el estiércol de su alma, como si semejante catarsis fuera su propia cura.