“Y ya nadie habla sobre Odebrecht” fue ayer un tópico en las redes sociales. Incluso amigos míos dizque inteligentes cayeron en la absurda dialéctica que sugiere intención político-mediática a cualquier suceso noticioso que al acaparar la atención disminuya la relativa importancia de otro tema.
“Shit happens” dicen los gringos y realmente sí. La importancia o permanencia en los medios de cualquier tema no depende sólo de que otro lo suplante ni tampoco puede creerse que cada cosa que ocurra fue “mandada” para tapar algo que al taumaturgo comunicólogo de turno le convenga “sacar del aire”.
El asalto de Plaza Lama y los sucesos de ayer son noticia válida por sí mismos así como lo es y continuará siendo también el escándalo de los sobornos brasileños.
Aparte de un desconocimiento supino sobre cómo operan los medios y descreimiento sobre la inteligencia de la opinión pública, estos promotores de teorías conspirativas sobre manejo noticioso pierden su tiempo. Proponer ideas tan estúpidas revela más sobre sus autores que acerca del público, tantas veces subestimado.