Llegué a la redacción de El Caribe a principios del verano de 1977, en las vacaciones tras el primer año de Derecho en la Unphu.
En fortísima competencia por su primacía perdida tras las elecciones de 1978, El Caribe empleaba en su planta variopintas figuras emblemáticas de gran veteranía, como Manuel Machado Báez, Carlos Curiel, Arturo Industrioso y M. M. Pouerié Cordero.
Me entristeció leer que este último falleció el fin de semana a sus noventa y pico de años. Le conocí cuando su experiencia doblaba mi edad de entonces. Perdió la vista y se retiró, pero continuó escribiendo sobre la llegada y partida de buques.
Fue corresponsal en el este, orgulloso de sus raíces higüeyanas, afable y humilde y con excelente buen humor. Mi primer carnet como reportero lo hizo Pouerié, pues llevaba un fichero con datos sobre los periodistas de El Caribe.
Su fallecimiento me hizo recordar cuán distintos eran este negocio y oficio cuando comencé hace 40 años. Quizás no mejor ni peor, pero sí inmensamente menos corrompido.
