Políticos sin techo de cristal quieren amedrentar a sus rivales con el cuco de Odebrecht y sus sobornos por casi ochocientos millones de dólares a funcionarios de doce naciones –incluida la nuestra.
Es una maravilla que sea la Justicia gringa quien revele los pormenores de su investigación iniciada hace dos años, sobre malversaciones en la petrolera estatal brasileña y la constructora privada de ese mismo país.
No es sólo un chisme gordo y sin manteca, como decía P. R Thompson, sino una gran oportunidad para higienizar la política en muchas sociedades tan corruptas que este escándalo aparenta molestar a muy pocos ciudadanos.
Desmontar los entramados de la podredumbre moral, sin embargo, requiere reciedumbre e hilar fino, pues imposiblemente será responsabilidad de algún llanero solitario todo lo que pueda imputarse como resultado de las averiguaciones judiciales.
Ojalá nuestras autoridades aprovechen la oportunidad para limpiar el ambiente y demostrar su compromiso contra la corrupción; no para montar otro circo político sin mayores consecuencias que aplastar a adversarios. Tan enorme cuco merece aprovecharse mejor.