El asistencialismo o las políticas sociales tipo “welfare state” (estado de beneficencia) no ha probado ser la mejor manera para crear ni consolidar una clase media cuyo consumo estimule la economía nacional.
Hace meses, voceros oficiales sugerían a los empresarios “aliarse al Gobierno” para ejecutar programas para mejorar el capital humano, atacar la desigualdad y conservar la paz social.
“Es un imperativo moral y ético, un desafío para las políticas públicas, un reto social inaplazable, una urgencia para garantizar una sociedad justa y una economía sostenible; es un compromiso político para cualquier demócrata y servidor público,” dijo en aquella ocasión la vicepresidente Margarita Cedeño de Fernández.
Creo que la pobreza sólo se combate creando riqueza. Quien mejor crea riqueza es el sector privado.
El asistencialismo debe ser excepcional y no regla ni costumbre. Quizás nos convenga estimular la creación de más y mejores ricos (ajenos al partidarismo) y consolidar y aumentar la clase media. Aspiremos a ser un país de consumidores con trabajos bien pagados y no de limosneros del erario.