La política dominicana posee como signo la triste realidad de que dentro de los principales partidos sus miembros y dirigentes se combaten con más fiereza que a sus contrarios. Aparte del “galloloquismo” del PRM y algunos aliados, que ven dictadura hasta en clubes de dominó, la mayoría de los conflictos políticos o partidistas ocurren entre correligionarios, compañeros o camaradas.
Un ejemplo es el encono entre las dos facciones dominantes del PLD. Pero ningún partido presenta tantas fisuras, contradicciones, rivalidades, enemistades entre dirigentes o chismes y mala leche, como el PRSC, el antiguo gigante productor de votos para Joaquín Balaguer.
Actualmente, su líder nominal Quique Antún enfrenta una sublevación dirigida por otros veteranos balagueristas, Ito Bisonó y Josecito Hazim (único senador reformista).
Las sucesivas dirigencias del PRSC han resuelto cada crisis expulsando a los contrarios, absurdo método de restar en vez de sumar.
Un partido mantenido casi exclusivamente con fondos públicos debería explicar transparentemente sus procesos y rendir cuentas inequívocamente. Quizás es el último chance para evitar el fin definitivo del PRSC.