El reciente reporte de Educa sobre nuestras escuelas y sus carencias me puso a meditar acerca de la función de la educación básica, sobre todo la que es pública y gratis.
La mayoría cree que a las aulas sólo vamos a aprender a leer, escribir, sumar y restar, y partiendo de ello lograr destrezas cada vez más complejas.
Pero todo lo aprendido carece de sentido en sí mismo si no entendemos que la función principal de la escuela debería ser formar buenos ciudadanos. No me refiero a ser legalmente reconocido como nacional de algún estado, sino desarrollar plena consciencia (con “s”) de los derechos, privilegios y obligaciones que entraña la ciudadanía.
Nuestro comportamiento como miembros de la sociedad define e informa la calidad del carácter; así como la conciencia (sin “s”) corresponde formarla al hogar, la idea de los deberes y función del ciudadano la debe ofrecer la escuela.
La calidad de la democracia es determinada por qué clase de ciudadanos operamos en ella, no sólo votando u opinando. ¡Urge entenderlo!