Rafael Herrera, a quien compueblanos intentan imitar sin lograrlo aun fumando puros o poniéndose prótesis dentales, solía hacerse “preguntas tontas” para salir del paso con su pesada tarea de editorializar antaño cuando las opiniones del director tenían importancia.
En homenaje recordatorio aquí voy: ¿puede un recaudador de fondos demócrata de Chicago pontificar sobre honestidad política o corrupción?
¿Hasta qué punto debe cualquier país pobre y pequeño ser indulgente ante improvisados con aires pro-consulares? (¿Sabrán traducir indulgente, “inclinado a perdonar y disimular los yerros o a conceder gracias”?).
¿Qué diablos tiene que ver que decenas de miles de dominicanos emigren a Estados Unidos con los tropezones de Wally y Bob, quienes si de “terribilidad” nacional quieren hablar deberían entonces explicar por qué tenían casa aquí antes de premiárseles como embajadores?
¿Cómo deciden en esa embajada responder inventos de blogueros desconocidos pero ignorar el clamor de auténticos líderes de opinión repudiando las barrabasadas “wallybobescas”? Esta historia realmente sí que ha cambiado. Ojalá el próximo nos respete y controle su esposa…
Enough is enough!