En mis inicios en el periodismo, hace casi cuatro décadas, tras regresar de unos estudios en los Estados Unidos fui ascendido de reportero a editor y corrector de estilo en “El Caribe”, dirigido por su propietario el doctor Germán E. Ornes.
La silla que ocupé había sido de don Manuel A. Machado. No era poquita cosa el cuidado exigido por don Germán, el jefe de mesa Miguel Guerrero y los demás ejecutivos Antonio Emilio Ornes, Cuchito Álvarez y Manuel Quiroz. Trabajábamos con un diccionario al lado y cuando eso no había Internet…
He recordado esos días porque aprendí entonces que quien escribe para diarios está sujeto a la cuchilla del editor y del corrector. Pero muchas veces aquello de Mundito y el mandito se desdobla mezclado con gadejo, cuando no es el “duende del taller”.
Ningún sinónimo significa 100% lo que su voz hermana, desde la sutileza del ritmo hasta la precisa cualidad asociativa. Por eso me “quilló” que en mi columna de ayer saliera “abundantemente” donde escribí “abundosamente”. ¡Abrenuncio, cojollo!
