En toda Europa se siente la creciente presión de las oleadas de inmigrantes y refugiados de regiones menos afortunadas. En Inglaterra su jefe de gobierno les comparó con una plaga; en España les cazan en las playas como si fuesen demonios africanos; en Alemania los nacionalistas les están matando… Son reacciones de naciones dizque civilizadas, desde donde activistas mal informados junto con gringos e instrumentos suyos como la OEA, nos pretenden exigir a los dominicanos que tratemos a nuestros propios inmigrantes, mayormente haitianos, mejor que como ellos tratan a sus turcos, sus saharianos y sus mexicanos.
El caso alemán es patético: apenas un 7% de su población es extranjera, mayormente obreros residentes legalmente.
El arresto de 50,000 ilegales ha desatado una furia xenofóbica que recuerda al nazismo. Si eso es Alemania, la mayor economía europea con 81 millones de habitantes, un PIB per cápita de US$43,000 y 357,000 kilómetros cuadrados de territorio, ¿qué cojollo esperan de nosotros, pobres isleños condenados al “adosamiento” de Haití? ¡Cuánto gadejo!
