Borges imaginaba un mundo en que los periódicos salieran sólo una vez cada siglo. Así cada noticia sería realmente importante.
Aquí tenemos temas recurrentes según la época: las teleras en Navidad, los accidentes de Semana Santa, los calores de julio y las tarifas de colegios en agosto…
Leí hace unos días que pese a las lluvias recientes las presas siguen sin agua. ¿A dónde ha ido a parar? Antes he meditado sobre los cambios climáticos y me pregunto nueva vez: ¿estaremos los humanos como sapos en una olla de agua tibia con el fuego subiendo para hervir sin que el maco salte fuera, porque se va acomodando hasta sancocharse?
A diferencia de esos anfibios de sangre fría, la gente posee menos tolerancia a los cambios extremos. Pero esa poca sensibilidad la tenemos en la piel. ¿Y en la mente?
¿Estará la humanidad metafóricamente echada en el fondo de un bullente caldero viendo con placidez los cambios ambientales como si fuésemos unos felices sapos?