Cientos de dominicanos indignados abuchearon ayer en Nueva York al alcalde De Blasio mientras sostenía una bandera dominicana durante un desfile, al repudio sus abusivos comentarios urgiendo un boicot al turismo hacia el país y llamando “ilegal e inmoral” nuestra legislación sobre inmigración, coincidiendo con el lobby haitiano.
En Haití el domingo transcurrió con tensión y violencia durante las primeras elecciones desde 2011, cuando el bailarín desnudista Martelly fue elegido presidente.
Haití carece de Congreso pues fue disuelto; Martelly gobierna por decreto tras vencerse su período hace muchos meses.
Asombra cómo la prensa estadounidense y europea arma un cumpleaños porque los dominicanos ordenamos la casa según nuestro derecho; mientras ignora olímpicamente la inmoral ineptitud del liderazgo político de ese desdichado territorio que la ONU ocupa hace 11 años.
El flagrante contraste entre uno y otro país, el nivel de compromiso de sus élites y la calidad relativa de sus democracias desmienten por si mismos la nefasta campaña anti-dominicana de malos haitianos.
