Día Internacional de la Mujer y violencia

Día Internacional de la Mujer y violencia

Día Internacional de  la Mujer y violencia

Altagracia Suriel

El 8 de marzo de este año encuentra al país con noticias impactantes de los abominables feminicidios. Un lastre que niega totalmente los derechos de la mujer.

Hay mujeres que no importan donde se metan huyendo de su verdugo, al final son asesinadas. Y las que sobreviven tienen que vivir en la sombra el resto de sus días para que no las maten.

La violencia es el principal freno contra el avance de la mujer en el mundo. Esa lacra acaba con sus sueños y esperanzas y destruye a sus familias y deja a niños y adolescentes huérfanos de madres y en estrés postraumático y depresión por presenciar el vil asesinato de la mujer que le dio la vida en manos de su padre.

Perder vidas de mujeres y el potencial del sexo femenino por culpa de la violencia es un retroceso que ninguna sociedad civilizada puede permitirse.

Las mujeres son el motor del desarrollo y del crecimiento espiritual de la sociedad. Las mujeres son el sostén de las familias. Si las mujeres están mal, las familias están mal y la sociedad también.

Para ser ejes del desarrollo las mujeres tienen que vivir libres de violencia. Para ello hay que invertir en la protección de la mujer desde su protagonismo. Hay que dar poder a la mujer.

Las inversiones en desarrollo que están centradas en el empoderamiento de la mujer producen resultados más rápidos e integrales. Niños y niñas educadas, sanas y protegidas y familias funcionales.

Para promover el bienestar social centrado en mujeres es necesario brindar atención y el cuidado infantil en familias en situación de pobreza como forma de promover derechos e incorporación de la mujer al mercado laboral.

Hay que crear oportunidades de capacitación y habilidades para la vida y el trabajo en mujeres en situaciones de abuso, trata o prostitución.

El círculo de la violencia atrapa, sobre todo, a las mujeres que tienen menos posibilidades de romperlo. Hay que combatir la violencia con desarrollo como nuevo nombre de la paz, como decía Juan Pablo II.