Mi familia me relaja porque digo que no creo en brujas, pero ¡de que vuelan, vuelan! Una amiga enviudó cuando, a su mamá que agarraba una escoba, el marido preguntó «suegra, ¿va de viaje?» Les diré que tampoco creo que gatos prietos que crucen delante de uno sean algún signo ominoso de que algo malo ocurrirá.
Pero, con felina rareza me sube un escalofrío por el espinazo si avisto un prieto descendiente del Mau egipcio.
También hay cisnes negros. El árabe Nassim Taleb demostró cómo ante sucesos absolutamente sorpresivos y dizque improbables, retrospectivamente surgen teorías explicando que eran predecibles o esperados… ¿Y qué del inefable almirante genovés?
Quizás nombrarlo sea inocuo, pero ¿para qué tentar al destino? Es increíble que tener palomas o conchas marinas aleje la prosperidad; pero conozco personas cuya suerte mejoró atendiendo esa insensatez.
Tampoco quiero creer, este viernes 13, que el vudú pueda azarar a todo un pueblo, pero si uno mira hacia el oeste… ¡Ufff! Mejor creer sólo en Dios (¡pero en la DGII también!).