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Día Internacional del Sol: lo que aún no sabías de nuestra estrella

Cambios en el sol
📷 Cada 21 de junio se celebra el Día Internacional del Sol, coincidiendo con el solsticio de verano en el hemisferio norte del planeta.

Cada 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano en el hemisferio norte, se celebra el Día Internacional del Sol. La fecha busca destacar el papel central que cumple esta estrella en los procesos fundamentales del planeta y especialmente en la actualidad, donde atraviesa su período de máxima actividad.

Desde su influencia en los ciclos biológicos hasta los desafíos tecnológicos que impone su actividad, el Sol es un objeto de estudio permanente que conecta la ciencia, la energía y la vida cotidiana.

Este año, la celebración llega en un momento particularmente intenso: el máximo de su ciclo de actividad, que deja señales visibles en la Tierra y obliga a monitorearlo con precisión creciente ante el temor de grandes tormentas solares que pueden, además de brindar espectaculares auroras polares, también pueden dañar satélites y torres de energía eléctrica.

La energía que emite el Sol es responsable directa de los procesos que hacen posible la vida. Sin ella, las plantas no realizarían la fotosíntesis, el clima no tendría variaciones, y no existirían estaciones ni lluvias.

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Este vínculo esencial motivó a distintas organizaciones a impulsar actividades de divulgación y reflexión en torno al Sol, con un foco especial en las energías renovables, en especial en regiones donde su aprovechamiento sigue siendo bajo.

En el plano científico, uno de los proyectos más ambiciosos dedicados al estudio del Sol es la misión Solar Orbiter, una sonda lanzada en 2020 por la Agencia Espacial Europea en colaboración con la NASA. Su objetivo es analizar regiones poco exploradas del astro, como los polos solares, además de medir el viento solar y observar el campo magnético.

La misión espacial busca entender mejor cómo evoluciona el comportamiento solar y prever sus consecuencias en la Tierra. Aunque fue concebida mucho antes de este ciclo solar actual, sus observaciones cobran nueva relevancia en un contexto marcado por fenómenos extremos de origen solar.

Qué ocurre cuando el Sol se activa al máximo

El ciclo solar número 25, que comenzó en 2019 y se extenderá aproximadamente hasta 2030, ingresó en su fase más intensa, conocida como máximo solar. Durante esta etapa, aumentan las manchas solares, las erupciones y las emisiones de plasma que viajan desde el Sol hacia el espacio.

En los últimos meses, la comunidad científica detectó un crecimiento sostenido en la cantidad y magnitud de estos eventos. Una de las manifestaciones más frecuentes son las tormentas solares, cuyo impacto puede percibirse tanto en la atmósfera como en los sistemas tecnológicos terrestres.

“Una tormenta solar o también denominada tormenta geomagnética se produce cuando grandes cantidades de energía electromagnética o partículas cargadas viajan desde el Sol e interactúan con el campo magnético terrestre”, explicó días atrás a Infobae el astrónomo Diego Bagú. En esta interacción también participan las capas superiores de la atmósfera, donde las partículas energéticas generan descargas visibles como las auroras.

Las tormentas más severas, según los especialistas, pueden afectar directamente la electrónica de los satélites, provocar errores en los sistemas de navegación y dañar equipos en tierra. Claudio Martínez, astrónomo y divulgador, señaló que “estamos en el máximo de actividad solar del ciclo 25, así que por eso hay más probabilidad de que haya tormentas solares fuertes”.

Martínez advirtió que las eyecciones de masa coronal, una forma de liberación de materia desde el Sol, pueden “quemar la electrónica de satélites y otros aparatos porque son partículas de alta energía”.

El fenómeno no solo altera los dispositivos en órbita. Cuando las partículas alcanzan la Tierra, provocan fluctuaciones en el campo magnético que impactan sobre las rutas de propagación de ondas electromagnéticas, claves para la aviación y las comunicaciones de alta frecuencia.

También pueden generar cortes eléctricos en regiones de alta latitud, donde la protección del campo magnético terrestre es menor.

Los efectos visibles más conocidos de esta actividad son las auroras, que se producen cuando las partículas solares interactúan con la atmósfera en las cercanías de los polos.

En los últimos meses, se observaron auroras australes y boreales en latitudes inusuales, como el sur de América del Sur y el norte de Europa. Aunque se trate de un espectáculo visual llamativo, estas señales indican que la actividad geomagnética del Sol alcanzó niveles significativos.

Grandes tormentas solares y problemas en la Tierra

La vigilancia del comportamiento solar se convirtió en una tarea crítica para distintas agencias espaciales y meteorológicas.

Desde Estados Unidos, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica advirtió que la sucesión de tormentas intensas podría incrementar el riesgo de fallas en sistemas de telecomunicaciones, desorientación en la navegación y daños en infraestructuras sensibles. La alteración de la ionosfera también compromete la precisión de radares y operaciones logísticas, en especial en sectores como la aviación comercial.

“Las tormentas se producen básicamente por dos fenómenos originados en el Sol: una gran emisión de radiación electromagnética y una gran emisión de partículas, es decir, materia”, detalló Bagú. Estas emisiones se detectan a través de imágenes y mediciones satelitales que permiten prever su llegada a la Tierra con un margen de anticipación que oscila entre horas y días. Aun así, el pronóstico exacto de su impacto sigue siendo un desafío, sobre todo en lo que respecta a la intensidad de las perturbaciones.

El plasma solar, clave en estos procesos, está compuesto por átomos ionizados, es decir, átomos a los que les faltan electrones. Al viajar por el espacio en forma de viento solar, este conjunto de partículas transporta energía que modifica el entorno electromagnético de los planetas. Cuando llega a la Tierra, el campo magnético terrestre actúa como escudo y canaliza parte de esas partículas hacia los polos, donde generan descargas que se traducen en luz visible.

Uno de los antecedentes más citados sobre las consecuencias de este tipo de tormentas es el evento Carrington de 1859, cuando las redes de telégrafo colapsaron en distintas partes del mundo. Si un fenómeno similar ocurriera hoy, con una infraestructura global digitalizada y dependiente de la conectividad, los daños podrían ser sustanciales. Por eso, los investigadores intentan caracterizar con más precisión el origen, la trayectoria y la intensidad de cada evento solar.

Los modelos actuales permiten prever que la fase de mayor actividad continuará durante el resto del año, con un pico entre mediados y fines de 2025. El seguimiento de las regiones activas del Sol, especialmente aquellas que giran hacia la Tierra, es fundamental para anticipar nuevas erupciones. Según los astrónomos, al menos cinco zonas de manchas solares fueron observadas recientemente en la cara opuesta del Sol, una de ellas con características que incrementan la posibilidad de nuevos impactos.

Nueva investigación solar de la NASA

La misión CODEX de la NASA capturó nuevas e impresionantes imágenes de la atmósfera exterior del Sol, conocida como corona, revelando que está lejos de estar tranquila, con corrientes irregulares y racheadas de plasma caliente.

Instalado en la Estación Espacial Internacional, el instrumento CODEX utiliza una configuración especial para crear eclipses artificiales, permitiendo a los científicos observar con seguridad los tenues bordes exteriores del Sol.

Mediante el uso de filtros precisos, CODEX puede medir tanto la velocidad como la temperatura del viento solar: el flujo constante de partículas cargadas que fluye desde el Sol.

Estas observaciones innovadoras marcan la primera vez que los científicos han podido recopilar este tipo de datos directamente, lo que abre la puerta a mejores pronósticos del clima espacial y a una comprensión más profunda de cómo la actividad solar afecta a la Tierra.

Evolución del Sol en millones de años

Desde su nacimiento, hace unos 4.600 millones de años, el Sol pasó por diferentes etapas de evolución. Hoy, se encuentra en la mitad de su vida útil, que se estima alcanzará unos 10.000 millones de años.

En el núcleo solar, donde la temperatura llega a 15 millones de grados centígrados, se producen reacciones nucleares que liberan energía y sostienen el equilibrio de la estrella.

Esa energía viaja durante miles de años hasta alcanzar la superficie, donde la temperatura desciende a unos 5.500 grados, y luego recorre 150 millones de kilómetros para llegar a la Tierra en solo ocho minutos.

Más allá de su papel como fuente de luz y calor, el Sol representa el 99,8% de toda la masa del Sistema Solar. Su campo gravitacional es el que mantiene en órbita a los planetas, incluidos la Tierra y sus satélites.

En términos de composición, está formado en un 74% por hidrógeno y un 24% por helio, con trazas de otros elementos como hierro, oxígeno y níquel.

En comparación con otras estrellas de la galaxia, el Sol es de tamaño medio. Su diámetro equivale a 109 veces el de la Tierra, pero está lejos de gigantes como Betelgeuse o VY Canis Majoris. Aun así, su influencia resulta desproporcionadamente grande: no solo sostiene la vida, sino que también condiciona sistemas energéticos, redes de comunicación y hasta decisiones científicas y políticas a escala planetaria.

Por eso, conocer su comportamiento no es un objetivo lejano para la ciencia, sino una necesidad práctica y urgente. Las tecnologías de observación, como las que utiliza la sonda Solar Orbiter, permiten acercarse a regiones del Sol que antes eran inaccesibles.

Las misiones en curso, sumadas a los estudios de clima espacial, buscan anticipar con mayor precisión los efectos de las tormentas y reducir su impacto sobre sistemas críticos.

Fuente: Infobae

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