En materia de política económica siempre se tiene la inquietud de lo que se espera en el corto y mediano plazo del endeudamiento público y el déficit presupuestario, dado que ambos se vinculan de manera indisoluble, razón por la cual las proyecciones de ambas variables construyen un horizonte inquietante en las perspectivas de la política fiscal. Y ha de ser así ya que el déficit presupuestario es equivalente al gasto público menos los ingresos del Estado, lo que en la práctica implica que este se ve en la obligación de realizar nuevas emisiones de deuda para poder financiar sus operaciones.
Desde una perspectiva de la política fiscal, es relevante precisar que la mejor medición del endeudamiento público se logra si este se realiza en términos reales y no en términos nominales que generalmente se acostumbra. En efecto, si el déficit presupuestario se mide en términos reales, ya que ha de reflejar la equivalencia de la variación de la deuda real del Estado, evitando así que sea igual a la variación de su deuda nominal, tal como suele hacerse para maniobrar el coeficiente Deuda/PIB.
Una interpretación objetiva de lo que significa la deuda pública es considerar esta como el conjunto de deudas que un Estado asume frente a los diversos países, los organismos financieros multilaterales y los inversores locales, por tanto, la deuda pública abarca la sumatoria de todas las deudas asumida por la administración pública o el Estado. Se trata del mecanismo ordinario del que dispone el Estado para la financiación y fondeo con la finalidad de que esto se traduzca en inversiones de infraestructura del que disfrutará la población con cierta gradualidad y diferida en el tiempo.
Bajo los criterios expuestos, procede la frecuente interrogante: ¿Es malo endeudarse? La deuda pública como tal puede tener una gran utilidad si la misma es orientada impulsar aquellos proyectos que se presume que representan un elevado costo, pero que son imprescindible en el interés para obras de infraestructuras requeridas para encaminar el desarrollo de un país, tales como carreteras, hospitales, escuelas entre otras. Esas cuantiosas inversiones se convertirían en la plataforma sugeridas por la presente y futuras generaciones que servirán como eslabón intergeneracional y viabilizar la asimilación de las etapas que conectan con las aspiraciones en la ecuación que ha de sustentarse en la investigación, desarrollo e innovación, I+D+I.
La otra cara de la deuda pública la representa el abuso de esta por parte de algunos gobiernos que al hacerla frecuente la convierten en un grave problema, cuyo nivel muy elevado hace que la misma tienda a desencadenar en una crisis y una limitación en la capacidad del Estado de aplicar política fiscal para desarticular cualquier evento de crisis o emergencia circunstancial. Situación que coloca en riesgos el gasto público que pueda favorecer a la mayoría de los ciudadanos, en particular, la política social y el asistencialismo a los que menos tienen.
Cuando el gobierno incurre en endeudarse de manera frecuente y eleva su monto, en lo inmediato esto se convierte en un potencial de insostenibilidad del déficit fiscal, en el entendido de que para el sector público resulta inmanejable las finanzas públicas y se pierde la conducción prudente de la deuda pública. En tal sentido, si se parte de la existencia de un nivel deuda/PIB insostenible, se está ante la presencia de una inestabilidad de la cuenta fiscal, lo cual pone en riesgo la financiación que requiere el gobierno para el manejo presupuestario, colocando a la economía al borde de un despeñadero.
Y es que cuando el endeudamiento público se ejecuta de manera desenfrenada, fruto de elevados déficits presupuestarios, en lo inmediato la política monetaria tiende a orientarse hacia una tipología desatinadamente expansiva, lo que estimularía al engendro de más inflación y perturbaciones abruptas en la economía. Por tales razones, el endeudamiento público ha de estar concebido de manera prudente en la inteligencia de que un elevado nivel de deuda pública favorece el riesgo de fuga de grandes sumas de capitales, lo que sugiere una mayor cautela por parte de los hacedores de política económica han de ser prudentes y evitar que el presupuesto público y la deuda se conviertan en instrumentos de ruidos.
Es indiscutible que el presupuesto público tiene una limitante, el cual queda definido por el tamaño de la economía que es lo que obliga a reforzar la capacidad de generar ingresos fiscales para resguardar el gasto público, así como examinar el monto de la deuda derivada del déficit presupuestario. Se trata de que la financiación del déficit presupuestario ha de ser amigable con el potencial de ingresos fiscales o la capacidad para cubrirlo, es decir, cómo se va a financiar dicho déficit.