La motocicleta Harley Davidson de la escolta presidencial se deslizó aparatosamente próximo a la sede universitaria de la UCATECI, ubicada en la avenida Universitaria esquina Pedro A. Rivera de La Vega.
El franqueador cayó abruptamente y la motocicleta se desplazó rasante en el pavimento hasta casi caer en una cuneta.
Los periodistas que cubrían los viajes proselitistas que realizaba el presidente Hipólito Mejía a la región del Cibao, pensamos que había ocurrido lo peor. Nos bajamos raudos de los vehículos para captar la primicia, mientras camarógrafos y fotógrafos corrieron al lugar a hacer las mejores imágenes de aquel inesperado momento.
La aparatosidad de este hecho hizo pensar en una tragedia. El conductor de la moto yacía tendido en el pavimento después de que su cuerpo diera varias volteretas.
-Oh Dios mío, parece que está muerto. El franqueador estaba tirado en el lugar y no se movía. ¿Cómo pudo ocurrir este accidente?-comentábamos. El lugar donde ocurrió el accidente es una curva cerrada y los vehículos presidenciales se desplazaban a grandes velocidades.
Nos acercamos al lugar, pero cuando llegamos ya el franqueador había sido llevado a una ambulancia y su vehículo era montado por militares en la parte trasera de una camioneta de la escolta militar. Todo ocurrió muy rápido.
Nos concentramos en investigar sobre el accidente, el nombre del accidentado y si había fallecido. El interés nuestro, además, se centró en indagar sobre los daños que sufrió la Harley Davidson. Pero un colega acucioso, poseedor de un espíritu periodístico bien desarrollado, preguntó:
–Señores, ¿y el Presidente Hipólito Mejía? -¿Para dónde cogió el presidente? El vehículo en que viajaba el mandatario desapareció del lugar sin que los periodistas pudieran percatarse. Ni siquiera lo vimos acudir a donde estaba el accidentado, pese a que se detuvieron casi todos los vehículos de la caravana presidencial.
Con pasos ágiles un alto oficial de la escolta bajó de su vehículo y se encaminó hacia el lugar del accidente, dio algunas órdenes y luego, sin hacer comentarios, se marchó.
Los periodistas no sabíamos qué hacer. Desconocemos el destino que tomó el Presidente. La agenda que teníamos decía que éste se reuniría en una finca con productores de la zona del Cibao que les apoyaban en sus aspiraciones reeleccionistas, pero que eso ocurriría en horas de la tarde y el accidente ocurrió temprano, antes del mediodía. Nos trasladamos a la finca y allí tuvimos que esperar unas tres horas hasta que el mandatario y candidato a la reelección presidencial llegó, orondo, con su habitual gesto y sus jocosidades que causan risotadas a los asistentes a este encuentro.
Los periodistas comenzaron a hacerse preguntas: ¿dónde estuvo el presidente? ¿Qué pasó en esas más de tres horas que permaneció fuera del contacto con la prensa después del accidente? Las interrogantes estaban en el aire, pero declaraciones que ofreció el mandatario durante del encuentro en la finca, nos despistaron totalmente.
Nuestra labor para ese entonces de periodista del Centro de Información Gubernamental (CIG) y era uno de los asignados para los viajes a pueblos del interior los fines de semana, tenía que cubrir mayormente las misiones políticas del Presidente Mejía.
No llenó expectativa
Mejía inició su gobierno el 16 de agosto del año 2000, venía de acumular fama por su gestión como secretario de Agricultura en el gobierno del extinto presidente Antonio Guzmán. La población esperó que su gestión diera los mejores frutos, especialmente en la producción agropecuaria, pero no llenó la expectativa y se decepcionó, a un punto tal que cuando éste intentó buscar la reelección en el 2004 perdió abrumadoramente, siendo su sucesor Leonel Fernández, entonces candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
El mandato del presidente Mejía enfrentó serios problemas, especialmente en el área financiera, con la quiebra del Banco Intercontinental (Baninter). Tras el escándalo de este fraude bancario se produjo un deterioro de la economía y eso, a su vez, generó fuga de capitales, “altas tasas de inflación, devaluación de la moneda” y pobreza en la población.
Asimismo, la decisión de enviar soldados dominicanos a combatir a Irak para complacer al gobierno de Estados Unidos surtió un efecto negativo que, sumado a otros factores, inclinó la balanza electoral hacia el partido opositor, lo que favoreció al candidato Leonel Fernández.
No valió el empeño –incluso personal- hecho por el ex presidente Mejía para retener la Presidencia. Los periodistas percibieron la situación y vaticinaban lo que vendría al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y a su candidato Mejía, lo cual expresaban sin ambages. Uno, que trabajaba en el bando oficialista, no lo creía así, esperaba que todo fluyera a favor del partido en el poder.
En uno de los viajes, en una ciudad del Cibao, Mejía hizo una parada en la residencia de un dirigente perredeista que era cónsul. Los periodistas nos quedamos afuera y en eso venía caminando un ciudadano cincuentón y al vernos se paró a preguntar.
-¿Y qué es lo que hay ahí? ¿Y toda esa gente?, preguntó. El camarógrafo El Greña se le acercó y le dijo: -Señor, es el presidente de la República que está ahí, está visitando su ciudad. Siéntase orgulloso y alegre por ello. Es el presidente de la República.
-“Gran cosa. El presidente está aquí, gran cosa”, contestó el señor sin inmutarse. Cuando escuché eso me dije en mi adentro: -“Estamos perdido”.
La rubia ¿o el rubio?
Cuando los pueblos dicen ya, es que ya, y es de sabio, especialmente de sabios políticos, percibir, aquilatar ese momento crucial para toma de decisiones oportuna que hagan cambiar el panorama, pero resultan difíciles y a veces incomprensibles.
Ese día continuaron los trabajos políticos en la zona de San Francisco de Macorís. El presidente Mejía realizó encuentros masivos con las bases de su partido y sostuvo, a su vez, reuniones con líderes locales. Dormimos esa noche en un poblado de la zona arrocera francomacorisana, Arenoso. El chofer Minyeti es de allí y consiguió que durmiéramos donde una de sus primas.
Esa noche ¡qué noche! Nos fuimos a un popular bar del lugar a pasar un rato con tres primas de Minyeti que dijeron eran solteras, pero que estando nosotros allí se presentaron unos jóvenes y pidieron una mesa al lado de la nuestra. Una de las muchachas se paró de su silla y la mesa contigua, de regreso dijo que uno de ellos era su enamorado.
-“No sé qué hace éi aquí, yo no le dije que viniera”, comentó. Y acentuó: -“Ahí está dao ai diablo, dice que mañana hablamos”.
Al escuchar estas expresiones, Minyeti se acercó a los jóvenes y los invitó a que se sentaran con nosotros en la mesa, como un gesto de cortesía, pero se negaron; le ofreció una botella de ron de nuestra cuenta y también la rechazaron. En tanto, el camarógrafo “El Greña” no paraba de disfrutar su vacilón y sacó a bailar “una rubia” del lugar.
Minyeti, que lo vio muy entusiasmado, lo llamó aparte y le dijo: -“Tú sabes con quién está bailando, esa no es una rubia, es un rubio”. El Greña no quería creerlo, cogió y se dio un trago largo ante los comentarios chistosos que hacíamos los contertulios. No sé qué pasó ahí, pero El Greña se pasó la noche escupiendo, dándose tragos y haciendo buches de Coca Cola.
-“Ya cálmate, eso no es nada…cualquiera da un beso a un hombre”, expresó Minyeti, quien nos llamó la atención, en el sentido de que los jóvenes de la mesa de al lado se habían retirado y volvieron con camisas anchas y por fuera, lo que según dijo, era indicios de que ocultaban armas bajo su ropa.
El Greña se encoleriza y quiere reaccionar, tenía unos tragos de más. Dijo que habíamos sido amables con estos pueblerinos, pero que si ellos querían pleito, lo iba a ver. Se paró y fue a la camioneta, de allá vino con un viejo revólver cañón largo. –“Al que yo le doy con este, no lo salva ni el médico chino”, manifestó con voz cuasi estropajosa.
Nos fuimos del bar para evitar problemas. Las muchachas nos dijeron que había otro lugar más tranquilo y que podíamos pasar allí un buen rato. Nada más llegamos y se presentaron allí los jóvenes. De nuevo pidieron al mozo colocar una mesa para ellos cerca de la nuestra.
Percibimos que buscaban broncas y decidimos retirarnos. Nos fuimos a dormir porque en un rato volvíamos a la faena detrás del Presidente Mejía.
Teníamos instrucciones de llegar a los lugares junto con el vehículo del Presidente. Minyeti, un ducho conductor ajeno al miedo, procuró siempre estar justo detrás de la yipeta presidencial. Nos llamaron la atención, ya que en ese lugar tenía que ir un vehículo específico de la escolta, que no podíamos estar tan pegado, que ese era un espacio exclusivo de la seguridad presidencial.
Pero Minyeti hizo caso omiso y seguimos justo detrás del vehículo del Presidente. En un momento en que nos desplazamos por una de las carreteras de Arenoso, una yipeta de la escolta se nos puso paralela y nos chocó violentamente para sacarnos del carril. Perdimos el control del vehículo y nos adentramos a toda velocidad hacia el monte del lado de la vía.
No nos pasó nada, gracias a Dios. Perdimos el tiempo. Allí encontramos ayuda de parroquianos para sacar el vehículo del monte, esa vez llegamos tarde a la actividad del Presidente.
De regreso a la capital, nos desplazamos por la avenida Abraham Lincoln. Nos esperaban frente a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) dos vehículos militares de la escolta presidencial, incluido un coronel. Minyeti bajó rápidamente de la camioneta, con un lado abollado, y se acercó al oficial:
–Dígame Comandante ¿cuál es el problema, qué hicimos ahora?
-Tranquilos, tranquilos, no hay problemas, ustedes son del equipo del Presidente y en lo adelante cuenten con nuestro apoyo para realizar su trabajo”, nos manifestó. No obstante, el director del CIG, licenciado Juan Manuel García, dio instrucciones para que en vez de uno, fueran dos equipos de prensa a los actos del mandatario, así se logró que mientras uno estaba en una actividad, el otro esperaba en la otra. A partir de entonces no agonizamos detrás de la escolta presidencial.
Dos cosas conocimos producto de este intenso trabajo detrás de la caravana presidencial:
1) El accidente del franqueador en La Vega fue un simulacro para evadir la presencia de la prensa, así el mandatario pudo escabullirse por más de tres horas sin que los periodistas supiéramos su paradero. Nos engatusaron. ¿A dónde fue el Presidente Mejía ese día?
2) Había una suerte de “diatriba” a nivel de la escolta militar. Dos grupos de “altos quilates” se disputaban la seguridad del mandatario y el oficial que nos paró frente a la PUCMM era la cabeza de uno de ellos. Son cosas del poder.
*El autor es periodista