La desesperación se cierne en Myanmar, tras el terremoto de magnitud 7,7
La conmoción entre los habitantes de Myanmar era fuerte este viernes tras el terremoto de magnitud 7,7 que sacudió al país asiático.
El epicentro se localizó 16 km al noroeste de Sagaing, cerca de la ciudad de Mandalay, y también se sintió en partes de China y Tailandia, donde se derrumbó un edificio en construcción.
Un hombre que formaba parte de un grupo de rescate compuesto por voluntarios estaba desesperado por conseguir maquinaria para llegar a las personas atrapadas bajo los escombros en el área de la ciudad de Mandalay.
«Estamos sacando a la gente con nuestras propias manos. No es suficiente para sacar los cuerpos y a las personas que están atrapadas bajo los escombros», relató a la BBC.
El último reporte del líder militar de Myanmar, Min Aung Hlaing, del sábado en la mañana al menos 1.002 personas murieron y más de dos mil resultaron heridas hasta ese momento, pero que se teme que las cifras puedan aumentar.

Debido a que Myanmar está gobernado por una junta militar desde el golpe de Estado de 2021, la información sobre víctimas ha sido limitada.
Una maestra de Mandalay le dijo al servicio birmano de la BBC que se encontraba en una oficina de la escuela con otros profesores cuando se produjo el primer temblor.
«Al principio fuimos a escondernos debajo de la mesa, pero después todo se nos cayó encima», relató.
Aseguró que pudieron salir a un descampado mientras ocurrían replicas. «Podíamos ver cómo se sacudía el edificio de la escuela, cómo se resquebrajaban las paredes. Fue muy fuerte y yo estaba muy asustada», le contó a la BBC.
Pocas horas después del terremoto pudo regresar a su casa, que ahora tiene las paredes agrietadas, mientras que varios edificios cercanos -incluido un hotel- se habían derrumbado.
«Puedo oír a algunas personas llorar, como madres y amigos, porque sus hijos siguen dentro del edificio. Ha sido realmente desesperante verlo», añadió.
Mandalay, la ciudad comercial de Myanmar, junto con las regiones de Sagaing, Bago, Naypyidaw y Magway, así como el noreste del estado de Shan, han sido declaradas en estado de emergencia.
Edificios como hospitales, hoteles, escuelas y viviendas se han derrumbado en muchos barrios, y los equipos de rescate han tenido dificultades para encontrar sobrevivientes.
«Necesitamos ayuda»
Un periodista afincado en Mandalay declaró que, tras el terremoto, seguían sacudiendo la ciudad más sismos de menor intensidad.

«Hay muy pocos sobrevivientes de los edificios derrumbados. No hay muchos trabajadores de rescate. La respuesta es muy lenta, lo que significa que hay muchas muertes», informó.
«Puedo ver la tristeza en la cara de todos. Tengo que ver a la gente sufrir», dijo el periodista.
«Ha sido realmente uno de los peores momentos de mi vida. Este terremoto ha sido un desastre. Necesitamos ayuda».
Otra persona, que se encontraba en la antigua mezquita Shwe Pho Shein de Mandalay cuando el edificio se derrumbó, aseguró que la gente «apenas logró escapar».
«Toda la mezquita se derrumbó y no hay nada que salvar. Hay muchos muertos y desaparecidos, y muchos más aún bajo los escombros», lamentó el testigo.
Un residente en el estado de Shan, cerca de la ciudad de Mandalay, dijo que estaban en la calle cuando se produjo el terremoto.
«No tengo palabras. Solo oímos las sirenas por todas partes, no sabemos de qué magnitud es el impacto», señaló a la BBC.
Guilaume D’Agaro, profesor de inglés en Rangún, en el sur de Myanmar, a unos 600 km del epicentro, dijo que estaba en el patio de la escuela con sus alumnos cuando se produjo el terremoto y que inmediatamente metió a los jóvenes dentro para que se refugiaran bajo sus pupitres.
«Podías sentir cómo temblaban los árboles, cómo se movían las lámparas y cómo vibraban bajo tus pies», añadió.
Dijo que los cortes de electricidad han dificultado el contacto con seres queridos en Mandalay.
«Solo tenemos esperanzas, es lo único que queda. Nos sentimos fuera de control», detalló.
El gobierno militar del país hizo una inusual petición de auxilio internacional, afirmando que se necesita ayuda humanitaria lo antes posible.
El estado controla casi todos los medios de comunicación locales de radio, televisión, impresos y en línea, y el uso de internet también está restringido.
Y el terremoto también provocó un corte de electricidad en varias zonas, lo que causó más pérdida de comunicación.
Un país en conflicto
Un miembro de un equipo de rescate con base en Mandalay declaró a la BBC que los daños son «enormes».
«Aún no se conoce el número exacto de víctimas, pero se cuentan al menos por centenares», lamentó.
Un médico del hospital general de Naypyidaw, que cuenta con 1.000 camas, declaró a la agencia AFP que unas 20 personas murieron en el lugar y muchas resultaron heridas.
A medida que se iba conociendo la magnitud de la destrucción, las autoridades declararon una «zona de víctimas masivas» en el hospital general de la capital del país, Nay Pyi Taw, donde los pacientes yacían en camillas en el exterior, con goteros intravenosos colgando de soportes improvisados.

La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras aseguró que la situación es «complicada» porque hay «importantes cortes de comunicaciones en algunas de las zonas más afectadas».
La jefa de misión, Federica Franco, explicó que el corte de vías de comunicación está haciendo la situación «increíblemente difícil, no solo para obtener información, sino también para llegar físicamente a las personas que necesitan ayuda urgente».
«El tiempo es especialmente crítico en situaciones como ésta, sobre todo para quienes necesitan atención inmediata», añadió.
También se suspendió temporalmente el tráfico aéreo en Mandalay tras el derrumbe de varios edificios del aeropuerto.
Los analistas afirman que la situación humanitaria en Myanmar era ya de por sí grave incluso antes del terremoto, debido a la guerra civil que se desencadenó después de que el gobierno militar tomara el poder en 2021.
El conflicto ha dejado a más de 3,5 millones de personas desplazadas y el hambre ya alcanzó niveles alarmantes.
La ONU había alertado que casi 20 millones de personas -un tercio de la población- necesitarían ayuda este año.
«Este desastre, combinado con la intensificación del conflicto armado en un país vulnerable al cambio climático, hace que los civiles paguen un precio inmenso», dijo Diogo Alcantara, un portavoz del Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en el país.
«Y esta creciente ayuda humanitaria llega en un momento de reducción de la financiación, lo que pone a las organizaciones humanitarias, entre ellas Acnur, en un ejercicio de priorización difícil de lograr».
El golpe en Tailandia
El terremoto también se sintió con fuerza en la vecina Tailandia, donde las autoridades reportaron al menos siete muertos en el derrumbe de un rascacielos en construcción en Bangkok.
La capital tailandesa se encuentra a unos 1.000 kilómetros del epicentro del sismo, pero la sacudida sembró el pánico en la populosa ciudad, donde multitud de videos grabados por los residentes muestran cómo se balanceaban los rascacielos de su centro financiero, algunos convertidos en cascadas al desbordarse las piscinas de sus plantas superiores.
En el sitio del edificio en construcción colapsado, equipos de rescate intentaban encontrar a unos 80 obreros que pudieron haber quedado bajo los escombros.
La escena era caótica. Sobresalían alambres y metales retorcidos.
Aunque había equipos militares y rescatistas profesionales, parecía que había pocas posibilidades de encontrar sobrevivientes.
El edificio derrumbado, perteneciente a la oficina nacional de auditorías, llevaba tres años en construcción y quedó reducido a escombros.
Un obrero, Adisorn Kamphasorn, estaba trabajando en el sexto piso cuando de repente sintió el temblor. El joven de 18 años miró hacia la escalera y vio una grúa tambaléandose.
«Sabía que iba a ser malo. Salí corriendo. Tardó un minuto en derrumbarse. De repente, había humo por todas partes y todo se volvió negro. No podía respirar. No tenía mascarilla», contó a la BBC.
Los trabajadores ahí son en su mayoría tailandeses y birmanos.
Nukul Khemutha, de 30 años, trabajaba en el quinto piso cuando sintió el terremoto. Miró hacia arriba y vio que todos los pisos se hundían y se formaban boquetes.
«Todos gritábamos ‘corre’ y nos decíamos que nos tomáramos de la mano y corriéramos juntos», relató.
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