El deseo es una evocación, algo que no siempre puede ser de construcción para nosotros, sobretodo si nos referimos al cuerpo, fuente inagotable de deseos, que para contribuir de manera integral a nuestro ser debe estar alineado con los cuerpos emocionales y mental.
Está también el hecho de que el ego nos hace ver estas necesidades como reales, y por supuesto, si estamos muy conectados a la materia, son insaciables.
Por el contrario, los sueños, convertidos en metas, en propósito tangible para el mayor bien, hacen de nosotros una fuerza vital que nos impulsa a crecer más. Y es ahí la sutil diferencia, el deseo puro y simple en demasía nos desinfla y nos lleva a una loca cadena que no se llena y que deja un halo de insatisfacción.
Metas llevan a la acción, al logro, no se queda en la simple evocación.