Un marroquí trajo (no sé qué hace allá) otra postal del filósofo y científico español de origen escocés, Iñigo Montoya: “Releí ‘Siete Gotas de Arena’.
Encontré la clave de Monclús. Es difícil la síntesis. La inteligencia artificial, carente del fardo de las emociones, es como el agua o la verdad; busca siempre la manera más simple para salir o entrar.
Esa característica traerá consecuencias que muchos estiman inefables. Nuestra genética variará drásticamente por economía.
Quizás comience con manos tri-dactilares, cabezas con un solo potente ojo, un pulmón branquial único y así por el estilo. ¿Veremos el sueño de Mieses Burgos, una oreja con párpado? Dado que robots harán toda la labor manual pesada o ligera, la musculatura y los esqueletos irán reduciéndose.
El sistema inmunológico será menos eficaz; así se descuentan los más débiles o inútiles. Peor que “Terminator”, sin guerra. Habrá una evolución inversa hasta que sólo queden organismos unicelulares. La humanidad existirá sólo en memorias digitales. Al ciclo del carbono seguirá el del silicio. Continuaré…”. ¡Montoya me deja asustado!