Robert Thomas traicionó la hospitalidad de la Cámara Americana en el tradicional almuerzo de Thanksgiving, al remachar su sucia campaña contra República Dominicana.
Como su presidente honorífico, no debió usar esa tribuna para difamar al Central Romana, miembro directivo de ese y otros gremios empresariales.
Alegar trabajo forzado (eufemismo para decir esclavitud) es tan estrambótico como falaz, porque si fuera cierto, ¿por qué no presentan ni un solo caso? También es inequívocamente claro que siempre hay algún maltrato en deportaciones, como excepción, pero gritan por paja en ojo criollo sin ver viga en el suyo, pues Washington trata a los haitianos mil veces peor que quienes acogemos cientos de miles.
El abuso (bullying) es tan notorio que no han colgado en Internet el discurso en inglés, quizás avergonzados.
Es una pena que Haití, el país más racista del mundo e invocador de una negritud infecunda, motive a Washington y la ONU a querer injertar en Santo Domingo la barbarie y autodestrucción de esa pobre gente. Dialogar así es casi imposible, pero impostergable.