Cuando me planteaba irme a estudiar al extranjero, me reuní con mi padre para saber qué pensaba.
Me comentó que debía hacerlo, no tanto por el conocimiento académico, sino porque, en su opinión, quien ve el mundo sólo desde la realidad que le ha tocado es como quien lo ve desde el fondo de un pozo.
El tiempo me demostró que tuvo razón. Y no sólo en advertirme de ello, sino en predisponerme a aprender esa lección. Porque, después de todo, la cerrazón no conoce de clase social, nivel educativo o ideología, ni tampoco el privilegio de estudiar en el extranjero libera de ella.
Lo anterior viene a cuento porque es cada vez más evidente el daño que hace no poder ver la realidad sino desde la propia situación.
Sobre todo, cuando se opina desde el privilegio. Esto nos afecta en todos los debates, independientemente de su naturaleza.
Por ejemplo, en días recientes se publicó la tragedia del asesinato de una niña de apenas cuatro años.
Una orden imprudente de su madre la colocó en una situación de vulnerabilidad que fue aprovechadapor dos hombres para agredirla horriblemente, hasta matarla.
nmediatamente, los dedos acusadores se levantaron contra la madre.
Con parte de razón, pero ignorando el contexto. Esta mujer había tenido su primera hija a los catorce años con un hombre que, siguiendo costumbres atávicas, “se la llevó” a pesar de que él tenía cincuenta años.
Podemos hacernos todas las preguntas que queramos, pero es imposible exigirle a una persona que ha sufrido ese nivel de desamparo social e institucional el mismo nivel de prudencia que se puede desarrollar desde la seguridad y el privilegio.
Pienso que sí, que ella tiene altísima responsabilidad en lo ocurrido, pero lo mismo nosotros, como colectivo, que toleramos este abandono a pesar de que afecta millones de dominicanos y dominicanas.
La prudencia, las buenas formas, los valores ciudadanos, todo esto es aprendido. No crece como la verdolaga. Y nos toca como sociedad enseñarlo.
La realidad de esa mujer existe y, parafraseando al filósofo Ortega y Gasset, la gente es ella y sus circunstancias.
Como sociedad no podemos controlar lo que hagan los particulares, pero sí modificar sus circunstancias.
Es una tarea urgente.