Uno de los enfoques que permea la protección social de los países de América Latina es el desarrollo de capital humano que tiene su origen, sobre todo, en Gary Becker, quien plantea que la mayor riqueza de las sociedades es su capital humano que se refleja en la educación, la salud, las habilidades y el potencial laboral de las personas.
Becker define el capital humano “como el conjunto de las capacidades productivas que un individuo adquiere por acumulación de conocimientos generales o específicos que puede ser acumulado, o usarse”.
El capital humano se asocia al crecimiento económico atribuido a la formación de los agentes económicos y los individuos que integran un país. Si se desarrolla el capital humano, la economía tiene mayor probabilidad de crecer y por lo tanto habrá más prosperidad para la gente.
El Banco Mundial ha insistido en que la inversión de largo plazo en capital humano será determinante para la calidad de vida al tiempo que expresa su preocupación por el “déficit de capital humano” que se refleja en una fuerza de trabajo que no está preparada para un futuro que cambia vertiginosamente por el imparable avance tecnológico de la humanidad.
La inversión en capital humano es una necesidad del desarrollo económico pero también una exigencia moral para acabar con la pobreza y reducir la desigualdad.
En la protección social desarrollar capital humano implica invertir en las personas, en las más pobres y excluidas, priorizando la educación y salud.
Invertir en educación permite incrementar los años de escolaridad de los miembros de una familia en situación de pobreza, y, por lo tanto, obtener mejores empleos que permitan revertir círculos de miseria intergeneracionales que perpetúan la dependencia y la vulnerabilidad que esclavizan a vivir una existencia indigna.
La inversión en salud que asegura el acceso universal de calidad, evita muertes prematuras y enfermedades que limitan a las personas su capacidad de agencia y de construir planes de vida.
Invertir en la gente hoy para abordar los desafíos del mañana, más que un eslogan, es el indicador verificable de todo Estado comprometido con el desarrollo sostenible.