Individualmente la mayoría de nosotros puede estar sufriendo algún tipo de fatiga o cansancio, ya sea por el paso del tiempo, en buen dominicano “laeda”, o la reiterada acción de hacer lo mismo una y otra vez o que nos sucedan o vivamos las mismas cosas o situaciones similares que nos drenan.
Hay muchas formas de experimentar o sentir cansancio, sin embargo, no nos damos el permiso de vivirlo, sentirlo y curarnos de él. Necesitamos sí o sí hacerlo.
Aunque nos bombardean constantemente con mensajes optimistas, motivacionales y energéticos que nos educan en la determinación de avanzar y avanzar, a no darnos por vencidos ni desfallecer, hay momentos en los que toca detenernos, hasta para respirar y coger impulso para seguir.
Todos estamos expuestos, a diario, a situaciones y personas que pueden drenar nuestra energía hasta hacernos colapsar, que con un simple descanso o sueño de 8 horas no logramos recargar completamente las pilas o curar las emociones.
Vamos acumulando y acumulando hasta que el saco donde guardamos cada uno de esos días de cansancio o esas emociones desgastantes se va haciendo tan pesado que llega un día, un momento o una reacción que lo rompe y, gota a gota, nuestros recursos psicológicos, para tratar este desgaste, se agotan.
Como escribiera la psicóloga Jennifer Delgado, “debemos entender que, a veces, no caemos por debilidad sino por haber sido demasiado fuertes. Por haber cargado sobre nuestros hombros un peso emocional excesivo. Por haber resistido contra viento y marea. Por haber entregado demasiado de nosotros mismos.
O haber soportado estoicamente lo que nunca debimos tolerar”. Y si seguimos, la lista sería muy larga.
Sabiendo esto, es importante entender que, en realidad, no podemos evitar la adversidad, pero podemos decidir cómo reaccionar a ella.
El primer paso para evitar derrumbarnos consiste en aprender a sintonizar con nuestro cuerpo y estados interiores, reflexionando sobre cómo nuestras creencias, formas de pensar y hábitos están alimentando el problema. Pero sobretodo, aprender a darnos un respiro y poner distancia. Aceptar el problema es el primer paso para encontrar una solución.