Los juegos de Tokio 2020, sin importar los resultados que se obtengan en términos de medallas, deben constituirse en el instrumento más adecuado para establecer cuáles son las fortalezas y debilidades que tiene el deporte dominicano, como única manera de establecer un cronograma de trabajo que contribuya a su desarrollo en términos generales.
El primer paso a dar producir, es evaluar el desempeño al frente de federaciones de dirigentes que llevan décadas sin producir ningún avance, sino que por el contario, se han convertido en verdaderos obstáculos.
No es posible que deportes que en un momento lograron algún progreso, hoy estén en una situación de inoperancia casi absoluta.
La sociedad está empeñada en que se produzcan cambios sustanciales, pero lamentablemente no se ha podido lograr mucho.
En los deportes, los organismos de la cúpula, léase las federaciones, por diferentes métodos, “convencen” a las asociaciones, que también aplican esa misma política con los clubes, para mantener una » dictadura», que en apariencia parecería es “con respaldo popular”.
Los atletas deben ser los primeros que luchen por cambios que en definitiva lo beneficiarán, dado que con las estructuras de poder que se manejando desde hace años, desde el propio Comité Olímpico hacia abajo, no hay forma de que se produzca un cambio generacional que piense y actúe como corresponde a una nueva realidad que ese grupo tradicional de dominio no está dispuesta a ceder ni un ápice.
Tras la conclusión de los Juegos Tokio 2020, es el mejor momento para iniciar ese proceso más que necesario, con la esperanza de que el deporte dominicano inicie una “revolución” en cada una de las partes de su armazón.