Democracia directa en Uruguay

Democracia directa en Uruguay

Democracia directa en Uruguay

Fidel Santana

Desde las primeras horas de la vida independiente el autoritarismo envolvió, como a un andullo, los resortes institucionales de los protestados latinoamericanos. Aunque ha habido breves resquicios libertarios, la mayoría de las élites políticas no han dado pie “con bola” en convertir los sueños democráticos de los pueblos en cultura política sostenida.

Es como si la dinámica institucional democrática estuviera siempre en el horizonte cercano, pero escabulléndose por entre las comisuras de los dedos, en una especie de “suplicio de Tántalo”, sin las culpas que motivaron a Zeus a prescribir tal castigo que permitía al condenado hambriento acercarse a los manjares más majestuosos, sin poder alcanzarlos.

Los pueblos latinoamericanos se han ingeniado muchas formas de fuga del lastre autoritario, solo para darse cuenta, en un corto recorrido, que en cada recodo o repecho del camino el mismo fantasma, que surgió con las proclamas de independencia, sigue pisándole peligrosamente los talones.

Pero como en toda regla hay excepciones. Desandando los vericuetos del anticuado armazón político-institucional que cobró vida como un “Frankenstein” “democratofágico” en América Latina, la República Oriental del Uruguay, a diferencia de la gran mayoría de las naciones, muy tempranamente, en el año 1919, introdujo instancias de democracia directa en su Constitución, dando origen a mecanismos de participación ciudadana que se combinan muy sabiamente con los poderes representativos, logrando atenuar el autoritarismo omnipresente en la región.

Con la instauración de figuras políticas mediante la que los ciudadanos habilitados para sufragar toman parte activa y directa, sin intermediarios, del proceso de toma de decisiones políticas sobre el ordenamiento constitucional o legal vigente, Uruguay se ha convertido en uno de los países del mundo que tiene la más asentada y rica tradición en el uso de los institutos de democracia directa.

La Constitución uruguaya instituye las consultas ciudadanas a través de plebiscitos y referéndum. El plebiscito se aplica en asuntos vinculados a la reforma a la Constitución, mientras que el referéndum se utiliza cuando surge el propósito de intentar derogar o abrogar una norma de rango legal. La puesta en pie de estas instancias transforman al ciudadano en «legislador», otorgándole la prerrogativa de decidir las modificaciones constitucionales o la sobrevivencia o no de iniciativas legislativas aprobadas por las cámaras congresuales.

Estos instrumentos de participación ciudadana han seguido un recorrido histórico que inicia con la reforma constitucional de 1919, cuando se crea el «referéndum departamental», hasta evolucionar, en 1967, a la ley del nivel nacional, incorporando, en el 1971, el voto de forma obligatoria.

En más de una decena de ocasiones, el pueblo uruguayo ha acudido a las urnas, para votar la aprobación o rechazo de modificaciones a la Constitución, desde finales de los años cincuenta hasta el presente. Mientras que, en el mismo periodo, la figura del Referéndums ha sido utilizada en cuatro ocasiones, para conocer las propuestas de derogación de leyes.

Fui testigo de la fiesta democrática protagonizada por el pueblo uruguayo. El pasado 27 de marzo se realizó el más reciente referéndum en este país. Con este evento los proponentes pretendían la derogación de 135 artículos de la llamada ley de Urgente Consideración, aprobada en julio del 2020. La ley contiene 476 artículos y es el resumen de las principales medidas de la coalición de gobierno que llevó a Luis Lacalle Pou a presidir el país, en un acuerdo de segunda vuelta.

Contados los votos y emitido el resultado del escrutinio, aunque dividido el voto casi mitad a mitad, al final, para los uruguayo lo importante es participar en la definición del rumbo del país, en democracia y respeto absoluto a la decisión soberana de los ciudadanos.

Por un estrecho margen de un uno por ciento la propuesta de derogación fue rechazada. Y todos de nuevo a trabajar.

Sin dudas, el gran ganador es el pueblo uruguayo y su democracia. Y lo que me parece más importante: continúa fortaleciéndose la institución de democracia directa en esta hermana nación latinoamericana, lo cual habrá de ser paradigma a seguir para el resto de las naciones.



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