Cada día un poquito más nos bombardean con mensajes dirigidos al yo. Van directos a esa parte del cerebro que atesora el individualismo y te hace tomar decisiones, en muchas ocasiones, acompañadas de un egoísmo inconsciente. En otras palabras: cada vez que solo piensas en ti.
Ya no se fomenta el equilibrio, el ser capaz de actuar sin esperar beneficio a cambio, salvo aportar, ayudar, colaborar o ser parte de algo que vaya dirigido totalmente a otros.
Y estamos viendo crecer a generaciones muy inteligentes, con gran manejo de la información, incluso con muchas cosas claras de lo que son y de lo que no son, pero luego al momento de verles actuar abruma el egoismo en casi todas sus acciones.
Y lo digo sin ánimo de juzgar, aunque lo parezca, solo como reflexión. Incluso cuando se manejan valores colaborativos ves que son como papagayos que repiten un mensaje, pero al momento de actuar vuelven a anteponer su persona frente a todo.
Las consecuencias más directas de todo eso es que tienen verdaderos problemas para socializar, tener relaciones de amistad o amorosas duraderas e, incluso, de integrarse en trabajos en equipo.
Y, repito, no estoy hablando de que sean malas personas, simplemente que desde pequeños han crecido asimilando unos mensajes que potencian esa actitud del yo a límites extremos. Tampoco me gusta generalizar, pero cada vez lo siento más común.
Creo que es muy necesario que nuestros jóvenes entiendan que el mundo no gira alrededor de ellos, que tienen que esforzarse por ser parte positiva del mismo, que otros son tan valiosos como ellos, igual que sus opiniones y acciones.
Y que es posible actuar sin recibir nada a cambio y que no todo queda en palabras y en una bonita imagen en una red social.