En el país no pasa un día sin que los medios de comunicación den cuenta de la ocurrencia de un delito o agresión sexual.
Una larga lista de hechos tan graves como abuso, acoso, seducción y violación de menores, adultos y envejecientes, incestos, feminicidios, comercialización sexual infantil, etc., expresan que en nuestra sociedad gravitan factores que inciden negativamente sobre la salud mental de un grupo de personas del conglomerado nacional.
Son características sobresalientes de estos delitos las circunstancias de que las víctimas son principalmente menores de ambos sexos y que los principales victimarios son adultos-hombres. Aquí tenemos de nuevo la existencia de un fenómeno social en que la masculinidad dominicana es interpelada por el alma nacional demandándole una transformación de forma y contenido.
El daño de los referidos actos es de gran alcance. Muchas de las niñas víctimas de uno u otro de los delitos sexuales enunciados terminan cayendo, por lo general, en el embarazo a temprana edad o en la prostitución.
Una pregunta fundamental en torno a los delitos sexuales podría ser qué induce a los adultos-hombres en nuestro país a incurrir en ellos, y la respuesta abarca diversas dimensiones.
Desde la posible condición de personalidades patológicas de los autores, el uso de drogas, la sed y miseria sexual en una época denominada por Gilles Lipovetsky como “era del vacío”, la indigencia ética, la baja autoestima, hasta llegar al uso abusivo de la publicidad y de los medios de comunicación, que expone y manipula la anatomía femenina sin importarle los efectos ni la incapacidad de tantos para observar imágenes y recibir mensajes sin consecuencias.
Frente al creciente mal de los delitos sexuales hay que actuar ya. Hay que actuar, no basta con decir que la problemática es preocupante, ni con hacer prédicas morales.
Hay que actuar desde el contexto de complejidades en que surge el problema, reconociendo y atacando sus distintos flancos, desde las políticas públicas, desde las familias y desde la cultura.
Finalmente una consideración: nuestra sociedad será mejor si los componentes de ella oponemos las pasiones más elevadas a las pasiones mezquinas y enfermizas promovidas por los que sólo tienen tiempo para acumular y medrar en una sociedad en degradación.