Creo que una de las mayores muestras de amor es permitir que aquella persona a la que amas sea capaz de tomar sus decisiones y permanezcas a su lado, aún cuando no estés de acuerdo.
Hay veces que el amor se torna protector, en cierta forma controlador y egoísta. Y no lo digo en el sentido extremo, sino en el más natural de los instintos de querer proteger frente a todo y frente a todos a aquellas personas que quieres.
Pero en ese intento se puede cruzar esa línea en la que presiones tanto que la cuerda acabe por romperse.
La mayoría de las veces estamos extrapolando nuestros propios miedos, frustraciones e inseguridades pensando que esa persona debe sentirse igual y la mayoría de las veces… no ocurre así.
Hay que ser capaces de empatizar de la forma más profunda y sincera posible, a partir de ahí dejar y soltar si es necesario.
No hay amor más puro que aquel que se alegra profundamente por la felicidad de otros, aun no estando de acuerdo o teniendo temor de que se estén equivocando.
Al final, si se equivocan será su fracaso y estarás ahí para acompañarle, si triunfan será su éxito y estarás ahí también.
Hay que saber guiar, caminar al lado, opinar si es necesario, pero al momento de la verdad hay que dejar que esa persona tome su propio camino y eso no es que la ames menos, es que sabes amarla como necesita.
Es un aprendizaje difícil, más cuando se trata de personas muy cercanas, pero no deja de ser ley de vida.
Hay momentos en los que el verdadero amor debe saber decir adiós, sé que te irá muy bien y estaré aquí si me necesitas. Más cuando son nuestros hijos los que cruzan la puerta.