Dejar atrás el pasado

Dejar atrás el pasado

Dejar atrás el pasado

Roberto Marcallé Abreu

Resultan evidentes las variables que definen el panorama electoral a contados días de las elecciones de mayo. Resulta lamentable -y hasta amargo- decirlo, pero los partidos políticos y los candidatos opositores se aprecian desconcertados y a la deriva.

Al caer la tarde de los comicios no se vislumbra ningún indicio que les augure la recuperación del terreno perdido. Los errores pesan y su peso puede resultar definitivamente mortal.

Este panorama no significa que el oficialismo deba bajar la guardia. Se trata una confrontación por el poder y cualquier error o descuido pueden resultar peligrosamente decisivos.

La lección que puede derivarse es que, más temprano que tarde, las culpas, los yerros, las torpezas del pasado representan una carga mayúscula que se evidencia con claridad en las preferencias del ciudadano.

Sería injusto atribuir los méritos y los eventos positivos de nuestra historia reciente exclusivamente al actual gobernante. Existen realizaciones valederas que pueden anotarse tanto a Danilo Medina como a Leonel Fernández. Sólo que los yerros e irracionalidades en sus respectivos momentos resultan tan desconcertantes que pesan de manera desproporcionada en la conciencia -y la memoria del público.

Quien posea un mínimo de conciencia no podrá soslayar los escandalosos desaciertos incurridos en los periodos de gobiernos de ambos personajes.

En términos de actuaciones y realizaciones específicas, el balance definitivo de su proceder bien puede calificarse como incalificable y quiera Dios que irrepetible. Nunca, en la historia de la República Dominicana, asistimos a niveles tales de degradación de la práctica política.

Imaginarse o suponer que las manifestaciones de degradación, latrocinio, perversidad, inconstitucionalidad puedan soslayarse, o que el pueblo sencillamente tiene mala memoria o no va a recordar, es incurrir en un error mayúsculo.
La memoria colectiva está ahí, muy viva.

Posee un peso específico mayúsculo y es la que casi siempre determina el proceder del ciudadano. Se equivocan quienes creen que la gente soslaya u olvida principalmente ciertas conductas equívocas. No. En los momentos decisivos, la suma de recuerdos, hechos y conductas representan un peso tan abrumador que obligan a inclinarse a los pecadores y a los arrogantes.

El gobierno encabezado por Abinader, sin lugar a duda que ha incurrido en sus yerros. Solo que sus realizaciones, orientadas a rescatar el país de situaciones definitivamente inaceptables, ocupan un espacio importante en la conciencia de las personas.

Creemos que las actuaciones del Ministerio Público han elevado las reservas de moralidad, decencia y sanción social que requiere la sociedad dominicana para seguir hacia adelante en el cumplimiento de sus metas y aspiraciones más relevantes en un contexto ético.

El ejercicio del presidente Abinader ha estado orientado a la corrección de los males más graves que aquejan la sociedad dominicana. Los niveles de decencia y ética en la conducta pública se han elevado sustancialmente.

El desarrollo del país ha proseguido su marcha ascendente. El rescate económico y social de sectores de la población abandonados por anteriores gobiernos ha sido sustancial.

Se sancionan las inconductas y el país tiene una posición definida frente a los graves problemas que desbordan nuestras fronteras.