Cotidianamente la parte más corrupta de nuestro país muestra el estercolero que anida en sus pechos y su pretensión de provocar la metástasis de su inmundicia al resto de la sociedad dominicana. Por el momento, no me engaño, van ganando los más perversos y poco espero de esta generación -salvo muchas excepciones que no logran torcer ese rumbo- que nos arrastra hacia el averno. }
Rodeando ese núcleo podrido lo arropan gran cantidad de ignorantes o carentes de carácter que repiten y actúan cual autómatas al ritmo de los primeros.
Sobre el voto de arrastre ya he comentado en esta columna como los enemigos de la democracia, que son muchos, no toleran que el pueblo exprese su voluntad en las elecciones y diseñan formas de raptar el sufragio. A las elecciones del próximo año no hay nada bueno que buscar y poco valor tendrá el voto de cada uno. Será un matadero electoral.
El asesinato de Emely Peguero y su hijo (que fue doble asesinato), no genera preocupación en los mecanismos de poder y con toda la evidencia a mano que involucra a la madre del asesino, simplemente la ponen en la calle. Ella es una líder política y eso tiene su valor en una justicia predominantemente vendida.
Al ser la víctima una “emely cualquiera”, ni el aborto que le provocaron mereció rubor o protesta, en medio del debate de las causales, ni de uno, ni del otro bando. Y sus padres duermen en paz sin cargo de conciencia a pesar del grave descuido que tuvieron con ella. Igual que los miles de “emelys” de nuestra sociedad, a nadie le importa su felicidad y mucho menos su vida. Viven expuestas a violaciones en el seno de sus familias, sus escuelas y la calle, paren niños y niñas sin llegar a la adultez, que serán tan pobres como ellas, y por lo visto no tienen quien les cuide. Las niñas y adolescentes pobres no son cuestión de atención en esta perversa sociedad. Son desechos humanos.
Del cretinismo mundial con el tal Guaidó (que en el cibao profundo todavía no entienden que fue lo que guardó), y sin defender al estúpido de Maduro, que es tan ilegítimo como el otro, surge un coro creciente que celebra el genocidio que adviene con la entrada de tropas del imperio en América del Sur (como en Irak, pero en español).
En nuestro patio, bestias criollas brincan de júbilo con las declaraciones de un senador norteamericano -con un prontuario de acusaciones de corrupción en Estados Unidos y vinculado a políticos criollos- que pide la intervención del Departamento de Estado en nuestro país para impedir la reelección. A tal grado de salvajismo ha llegado el liderazgo político dominicano que se abraza de cualquier jabilla si con ello logra hundir al contrario. ¡Insensatos!
Un servidor, que está en contra de toda reelección, y que se opone radicalmente a modificar la Constitución para esos fines, protesta contra los que lamen la bota del imperio por supuestamente oponerse a que siga el gobierno de Danilo Medina. Ambos, quienes defienden la continuidad del actual presidente y quienes se arrodillan frente a un engendro del poder norteamericano, merecen nuestro repudio. Nunca olvidemos los nombres de unos y otros, no sea que luego quieran presentarse como políticos decentes u honorables.
Sigo convencido de que hay que seguir formando las nuevas generaciones, sobre todo para que no imiten a lo que ven en la política, la comunicación social y la justicia presente. Hay que crear una nueva sociedad que eche a toda esa basura al zafacón, a la mayoría de los que hoy se erigen como líderes y gobernantes. Es posible un mejor futuro para nuestro país, pero debemos botar de la vida pública a los canallas que lo impiden.