¿Defensa o mutación de lo humano?

¿Defensa o mutación de lo humano?

¿Defensa o mutación de lo humano?

José Mármol

En el nuevo ensayo de José Ignacio Galparsoro titulado “Más allá del posthumanismo. Antropotécnicas en la era digital” (Editorial Comares, Granada, 2019) se nos plantea, entre otros dualismos, el de la defensa, radical o moderada, de la naturaleza humana como la conocimos hasta hoy (creacionismo o evolucionismo), por un lado, mientras que por el otro tendríamos la postura de la intencionalidad de provocar mutaciones en la especie para mejorarla o simplemente superarla, dejando atrás la ocurrencia por azar de enfermedades, de rasgos genotípicos y fenotípicos aleatorios, o bien, superar el límite de la muerte biológica.

¿Naturalismo o eugenesia? Esa parecería ser la disyuntiva que podría generar, en todo caso, no solo una transformación de la especie, sino además, una nueva cosmovisión.

Aunque separados por otras cuestiones ideológicas como el liberalismo, pero coincidentes en la defensa de la naturaleza esencial e inalterable de lo humano, los filósofos Francis Fukuyama y Jürgen Habermas son estudiados por Galparsoro, quien sustenta que ambos autores “contemplan el problema de la aplicación de la tecnología a la biología humana desde una perspectiva política: la política debería regular esta aplicación, pues en el caso contrario, la esencia humana y, como consecuencia de ello, la actual configuración ético-política podría verse seriamente amenazada” (p.21).

Los dos pensadores temen que la afición eugenésica del transhumanismo y el poshumanismo, además de amenazar la dignidad humana, conviertan al individuo en un mero objeto sin cobertura ética.

Así se resume, grosso modo, la postura del hiperhumanismo, a la que el enjundioso ensayo de Galparsoro suma otras figuras del pensamiento, con posturas matizadas o particularizadas como Stephen Pinker, quien defiende la naturaleza humana, pero, antes que como algo estático, como asunto en constante movimiento o cambio, idea a la que, en base a conceptos nietzscheanos se une Peter Sloterdijk, lejos de la tecnofobia -y un pensador pivote para el autor-, con su idea de “poiesis” y la noción de “antropotécnica”, y se aproxima también Antonio Diéguez, entre otros. Desde una perspectiva identitaria de la condición humana, Fernando Broncano asume que la identidad humana está en constante mutación. Igualmente importante en esta tesitura, es la postura en torno al postantropocentrismo de Rosi Braidotti.

Del lado del transhumanismo (mejoramiento) y del poshmanismo (superación) se encuentran quienes entienden que el ser humano de hoy experimenta un descontento con una corporeidad morfológicamente estática, limitada en medio de una sociedad en constante revolución tecnológica y progreso tecnocientífico.

De ahí la posición, en base a la digitalización e inteligencia artificial, de Ray Kurzweil, que ha dado lugar a su doctrina de la singularidad, la cual procura la inmortalidad como posibilidad de una inteligencia de orden no biológico.

Se trata de la creación de una nueva especie poshumana, porque trascendería el evolucionismo biologicista y vería en la tecnología parte troncal de nuestra naturaleza y de nuestra cultura.

En cambio, se decantan por una hibridación, una alteridad dialógica entre el hombre natural y la máquina artificial pensadores como el propio Sloterdijk y Roberto Marchesini. El mismo Galparsoro afirma: “Es posible adoptar una posición que no abrace ninguna de estas concepciones radicales y que sostenga la existencia de una naturaleza humana sin tener que renegar de la técnica o sin renunciar al componente técnico. No se precipita así la muerte del hombre, pero tampoco se le priva de su fundamental elemento técnico” (p.67).

De esta última acepción deriva la noción de antropotécnica, que se define como la técnica que el ser humano se aplica a sí mismo para su propia modificación como especie. La filosofía, en tanto que ejercicio de lectoescritura, es una antropotécnica que ayuda al mejoramiento no bioético del humano. ¿Hacia dónde?



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