Decir las cosas sin ser valientes, ¿o callarnos por cobardía?

Decir las cosas sin ser valientes, ¿o callarnos por cobardía?

Decir las cosas sin ser valientes, ¿o callarnos por cobardía?

Porque: “Al hombre que carece de

apego, nada lo afecta”

 

“La lealtad comprada, suele

tener menos valor de

lo que se paga por ella”.

Pretendiendo continuar con el tema sobre el bien intencionado trabajo que está llevando a cabo la fiscalía -en contraposición con la otra parte-, tengo que reconocer que hablar de valores morales o espirituales, dándonos de puritanos e inmaculados, tratando de decirles a otros como debería ser su comportamiento, es simplemente, una absurdidad. No por eso es que estamos obligados a permanecer impasibles ante  actuaciones en apariencia incomprensibles, porque si dejamos de lado las ambiciones personales, esas que van carcomiendo los cimientos de esos principios a los cuales hemos hecho referencia, entonces nuestro silencio se convierte en un acto de cobardía, que nos haría cómplices de las actuaciones de esos elementos.

A muchos neófitos en el comportamiento humano, se nos hace harto difícil comprender el por qué –tomando como ejemplo abogados bien plantados económicamente-, que se pueden y ganan en un par de casos, la cantidad de dinero que obtendrían durante años ejerciendo como Juez cual que sea la Corte, y prefieren dejar lo primero para escarbar en lo segundo, dando por seguro que su bien o mal llamada fama, a partir de ese momento, siempre estará sujeta a maledicencias, con o sin razón alguna, pone a pensar a cualquiera. Y es que con motivos supuestos o reales, en las últimas décadas, pueden ser señalados con los dedos de las manos, aquellos que puedan catalogarse como “Jueces Ideales”, como el título del libro escrito por el pundonoroso Magistrado Ramón Horacio González Pérez.

Cabría cuestionar si será por el boato; el engreimiento del ego; las ambiciones o compromisos políticos; el endiosarse por las adulaciones de la plutocracia o, en cuanto a esto, será que no han leído sobre el Emperador Julio Cesar al enterarse de que lo habían sido declarado Dios, y que se habían erigido estatuas donde la gente hacia ofrendas, enojado expresó: “Cuando alguien me implore en sus plegarias que le cure la gota, ¿qué se supone que debo hacer?”.

En fin, cual que sea el motivo que los conduzca a este paso, reitero, sus antecedentes partidarios, cual fantasma burlesco, siempre los traicionan y la más leve brisa les levanta la toga dejando al desnudo lo que tratan de justificar mediante sentencias que son descaradas crónicas anunciadas. Y esto no es de ahora, ya que se ha demostrado que debido al amarre que cual yunta de bueyes los atan a los intereses políticos, los hacen dejando al desnudo aquella sentencia que reza: ”Quien hizo la ley, hizo la trampa”.

Estamos en guerra y no solo contra el Covid-19, sino contra la causa principal del porqué no somos en estos momentos, el real paraíso del caribe y, todos estamos contestes de que hablamos de ese bicho maldito que llamamos corrupción. Estamos inmersos en una lucha que apenas parece comenzar, dirigida por una pléyade de profesionales casi insuperables, no santos, solo seres humanos, pero con el deseo de hacer lo bien hecho pero, siempre el famoso pero, con una terrible nube negra en el horizonte y frente a ellos que no nos asegura un final del todo feliz.

En fin, quisiera poder, pero según una vieja teoría, una cosa solo se puede explicar si quien la explica la entiende debidamente, y no estoy seguro que yo mismo la comprenda plenamente, pero, lo que sí sé, es que las actuaciones de estaProcuraduría, hanahuyentado la niebla roja en la cual me encontraba inmerso, debido a la impotencia ante tantas barbaries que se estaban llevando a efecto impunemente, bajo un manto blindado de permisibilidad política. ¡Sí señor!



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