CARACAS. – En una terminal de buses en Caracas, Jesús Ravelo y su esposa Haydeé despiden a Josué, el segundo de sus hijos en irse de Venezuela.
Hace apenas una semana se fue su primogénito. En la maleta de Josué hay una bandera de Venezuela y una pancarta de «feliz viaje» que le dedicaron sus amigos. Hace poco abandonó sus estudios de Arquitectura. Varios de sus profesores también dejaron el país.
«¿Cómo meto mi vida en una maleta?», reflexiona este joven de 22 años aficionado a la fotografía, quien prefirió viajar antes de las elecciones de gobernadores del domingo. «Por si se presentaba un peo (problema) y no podía salir», explica.
Esperando a que le revisen su valija en la terminal Cruz del Sur del oeste de la capital, cuenta con tristeza que participó en las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro de hace unos meses, que dejaron unos 125 muertos.
«Me duelen mucho los amigos que murieron, siento que no valió la pena», señala a la AFP. Para ahorrar lleva sándwiches, mermelada, atún enlatado, queso fundido y varios litros de agua. Le espera un trayecto de siete días y unos 2.750 km con cinco trasbordos hasta llegar a Lima.
Su padre, un ingeniero civil de 57 años dueño de una panadería afectada por la inflación y la escasez, vendió joyas, sus dos carros y electrodomésticos para comprar todos los boletos, pues él y su esposa se unirán a sus hijos a finales de año.
La diáspora
Tomás Páez, sociólogo experto en emigración, asegura a la AFP que entre 400.000 y 500.000 venezolanos han abandonado el país en los dos últimos años.
De los 2,2 millones de emigrantes, 96% salió a partir de 1999, cuando el expresidente Hugo Chávez (1999-2013) llegó al poder.
«El éxodo ha sido muy grande, estamos hablando de 8% de la población. Las causas más importantes siguen siendo la inseguridad y la falta de comida y medicamentos», comenta.
El FMI alertó el viernes sobre el impacto de la migración de venezolanos para la región, especialmente a países vecinos como Colombia y Brasil, por la falta de soluciones a la «grave» crisis. En las estadísticas está Alejandro Valiente, que solía estar en primera línea durante las manifestaciones contra Maduro.
Cuando las protestas mermaron y se instaló la superpoderosa Asamblea Constituyente –oficialista en su totalidad–, este técnico de 31 años decidió irse. «Protestando buscaba algún cambio, pero viendo la impunidad sentí que no valía más la pena.
El que se va del país lo hace sin querer», relata por teléfono a la AFP desde Plantation, al norte de Miami. Viajar por tierra es la opción más barata. Josué pagó 2,8 millones de bolívares –poco más de 100 dólares en el mercado negro– por un boleto hasta Ecuador. Por otros 75 dólares llegará a Perú.
El trayecto en avión cuesta unos 600 dólares, una fortuna para el venezolano promedio, cuyo ingreso mínimo es de 100 dólares a la tasa oficial más alta y 12 dólares en el mercado negro.
En medio de la crisis, la oferta de boletos aéreos ha caído en Venezuela: 11 aerolíneas cesaron operaciones entre 2014 y 2017, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA).
«No tiene arreglo»
El primer flujo migratorio fue de venezolanos con mayores recursos, pero ahora lo hacen los más pobres, afirma el sociólogo Francisco Coello. «Ven por primera vez en la huida del país una posibilidad para resolver sus problemas.
Hay una sensación de que no tiene arreglo el país (…) Hasta caminando llegan a Brasil y Colombia», precisa a la AFP. Lágrimas y abrazos colman las despedidas en Cruz del Sur.
Madres como Angélica Castro, de 42 años, ven salir a sus hijos. «Mi esposo se fue en febrero a Chile, ahora se van mis dos hijos de 18 y 21 años y en unos meses me iré con mi hija menor», describe. María Godoy, una pensionada de 56 años, dice adiós a su hija mayor, arquitecta de profesión, que se va a Perú.
«Dejó a mi nieto de 11 años», lamenta.
Antes, el tercero de sus hijos se fue a Aruba. Según la investigación «La voz de la diáspora venezolana» coordinada por Páez, los principales destinos de venezolanos en 2016 fueron Estados Unidos (270.000 emigrantes), España (170.000) e Italia (150.000), la gran mayoría con estudios.
Muchos, como Jesús Ravelo, albergan la esperanza de volver: «El apartamento no lo venderé. Si la situación cambia, me regreso». Otros, como Valiente, no: «No quiero regresar ni con un cambio de gobierno».