Santo Domingo.-Sacar un momento de la agenda para realizar una labor que beneficie a los demás, siempre será gratificante, sobre todo cuando esa ayuda es recibida por personas muy necesitadas.
Cada martes y jueves decenas de envejecientes y jóvenes en condición de indigencia reciben la mano amiga del Movimiento Cursillo de Cristiandad que por más de un año viene realizando la labor de alimentarlos y ofrecerles otros tipos de ayuda.
Los alimentos son preparados por miembros del grupo católico en la Casa San Pablo, y en horas de la tarde un equipo de ese Movimiento se dirige cada día a las siete de la noche, donde son esperados con las manos abiertas y de manera ordenada.
Una vez reunidos en la esquina de la calle Estrelleta con Independencia, frente al parque del mismo nombre, lo primero que se hace es predicar la palabra, luego se bendicen los alimentos y posteriormente se empieza a repartir el menú, que incluye arroz, carne, pan, guineo maduro, agua, y otros.
EL DÍA estuvo en el lugar para ser parte de la experiencia junto a esas personas, y pudimos ser testigos del momento de felicidad y de paz que impera en el lugar.
En principio, de acuerdo a Fernando Langa, uno de los ideólogos de la iniciativa, daba trabajo ordenarlos, pero ya todos llegan y saben que podrán saciar el hambre.
La actividad se inicia a las siete de la noche y desde las seis van llegando personas de los alrededores, quienes permanecen sentados de manera ordenada en un lado de la acera, hasta que llegan integrantes de la agrupación con la palabra para alimentarles el alma y el pan para saciar su hambre.
Esta acción se inició con unas diez personas, las que reunieron de los entornos del parque Independencia, y cada vez es mayor el número de beneficiados, hasta el punto de que se agrupan entre ochenta y noventa personas dos veces por semana. El padre espiritual de la iniciativa es el sacerdote Domingo Leguas.
No solo reciben alimento, sino que cuando alguien necesita algún medicamento también se lo facilitan.
“Esto está bien, mejor de ahí se daña, porque hay muchos que quisieran alimentos y hay personas que tienen y no les dan”, señaló Iván Hernández López, uno de los beneficiados residente en Boca Chica, y quien agradece porque ayudan a personas que no tienen donde alimentarse.
Otra impresión es la de Alejandro Díaz, que llega desde Villa Consuelo y lleva seis meses participando, dice que eso lo ayuda a mantener la energía de seguir viviendo.
Similar a estos son los testimonios de decenas de envejecientes que andan sin rumbo por las calles de Santo Domingo y sin un techo donde acampar.
Cada vez son más personas
Fernando Langa narró que en los primeros meses salían en busca de personas en condición de vulnerabilidad del entorno, como limpiabotas, drogadictos y prostitutas, a los que invitaban al punto de reunión para compartir alimentos y la palabra de Dios.
“Nosotros salimos fortalecidos, porque esto nos llena del Espíritu Santo y nos recuerda mucho la misericordia de Dios que debemos tener con los demás”, manifestó Langa.
Señala que cualquiera que desee colaborar puede hacerlo haciendo entrega de alimentos a la Casa San Pablo, porque no se recibe dinero. “En ellos vemos el rostro de Dios”, dijo.