El 30 de mayo es excelente ocasión para recordar que bajo la dictadura hubo aquí un paredón moral que ciudadanos de toda categoría socioeconómica debían revisar cada mañana para asegurarse que no habían sido “fusilados” por Trujillo o sus amanuenses, entre ellos varios falsamente honorables, hasta con calles con su nombre.
Aquella vil costumbre de publicar infamias, calumnias, inventos y diatribas, para difamar y avergonzar a contrarios al régimen o hasta por simple bellaquería, ha trascendido en el subconsciente popular con la creencia de que los medios son ideales para dar “pelas de lengua”.
Quizás ello pudiera corregirse enseñando en las escuelas a debatir caballerosamente, como cuando dos discuten exponiendo ideas o razones para defender o sustentar su opinión. Las controversias, contraponiendo ideas, son útiles. Su definición incluye discutir, cuya etimología latina es “disipar” o “resolver”.
Los grandes temas sociales, políticos, económicos, culturales y científicos, siempre quedan mejor ilustrados tras honestos y educados debates. Al contrario, insultar y agraviar sólo indica falta de razón, educación o capacidad para el arte del debate.