Concluido el proceso electoral y la instalación del nuevo gobierno, hemos de ver algunos temas de regreso a la normalidad. Uno de ellos, el de las relaciones con Haití y el trato dado a los asuntos vinculados; otro, el del servicio eléctrico.
Cuando se está en medio de una campaña política se hacen esfuerzos notables para evitar puntos conflictivos como sería el de cobrarle la energía eléctrica a quienes no la pagan, pero pagarle, sin embargo, a quienes la venden o la hacen disponible para que llegue a todas partes sin tasa ni medida.
De vuelta a la cotidianidad de los períodos poselectorales no hay dinero para pagar subsidios, o por lo menos no para hacerlo en la medida de los días electorales; en el mejor de los casos todo lo que hay es para cubrir hasta donde se entienda que sería suficiente para evitar un desborde social.
Y acaso por esto de repente tenemos noticias de los picos en la demanda como consecuencia del paso por la etapa más calurosa del verano, la mala calidad de las redes de distribución eléctrica, el mal estado de los transformadores y otras explicaciones que se les ocurrirán para justificar los apagones, ninguna de las cuales tiene solución antes de dos meses y medio, que es lo mismo que decir antes de mediados a finales de octubre, cuando de manera natural empieza la moderación de las temperaturas.
En relación con Haití, nada ha mejorado al otro lado de la frontera. Con excepción del ingreso de unos cuantos cientos de agentes africanos enviados por el gobierno de Kenia para apoyar a la Policía haitiana en labores de orden público, el Haití quebrado en todos los órdenes siguen siendo el de antes de las elecciones, el de los días de la campaña electoral y el del período poselectoral.
Pocos, o nadie, se ocupan de la toma de agua para el canal de La Vigía, o del canal derivador de agua del río Masacre en Juana Méndez, ni de los registros biométricos en la frontera o del mercado binacional.
Estamos de vuelta a la realidad.
Y de ahora en adelante será así hasta por lo menos el año antes de las elecciones, que nos pone ante un período de dos años y medio de pugnas en los niveles políticos para dejar en la cancha del partido de gobierno las reformas por hacer, particularmente la indeseada de los impuestos, con la que los gobernantes esperan mejorar los ingresos para mantener bien alimentado al leviatán.