- Publicidad -

- Publicidad -

De víctimas a protagonistas: cómo liberarnos de la mentalidad que nos ata al pasado

Agencias Por Agencias
Victimatización
📷 Mentalidad de la víctima

La mentalidad de víctima, según el psicólogo Scott Barry Kaufman, no es solo un patrón de pensamiento ocasional, sino un estado psicológico que puede anclarnos al pasado e impedirnos avanzar. Esta postura se manifiesta cuando atribuimos nuestros problemas exclusivamente a factores externos —otras personas, el destino, la sociedad— y dejamos de asumir responsabilidad por nuestras decisiones y acciones.

Pero lo más peligroso no es solo culpar al mundo, sino quedarse atrapado en una narrativa repetitiva de agravio. Kaufman lo describe como una especie de bucle mental: el pensamiento gira en torno a la injusticia sufrida, lo que impide encontrar salidas o pensar en soluciones. “Puedes obsesionarte con la venganza y rara vez piensas en cómo avanzar en tu vida”, señaló en una entrevista con Chris Williamson en el podcast Modern Wisdom.

Cuando el dolor se convierte en identidad

Todos, en algún momento, podemos adoptar esta mentalidad. Es humano sentirse herido y buscar culpables. El problema surge cuando este enfoque se vuelve parte de quién creemos ser. Asumir el rol de víctima de forma permanente, advierte Kaufman, limita nuestra capacidad de actuar, de sanar y de construir futuro.

En diálogo con Chris Williamson,

Esto se nota en situaciones cotidianas: alguien no nos sonríe y asumimos que nos desprecia, o sentimos que merecemos un trato especial por haber tenido un mal día. “Es fácil caer en la idea de que nuestro sufrimiento nos da derecho a pasar primero, a ser atendidos antes, a ser comprendidos sin explicación”, ejemplificó el psicólogo.

¿De dónde nace esta forma de pensar?

Kaufman sostiene que no hay una única causa: la mentalidad de víctima tiene raíces biológicas, experiencias de crianza y posibles traumas. “Todo proviene de una mezcla de naturaleza y crianza”, explicó. Algunas personas, por su personalidad, son más propensas a quedarse fijadas en el dolor. Pero también influye cómo interpretamos ese sufrimiento.

“El trauma no está en el cuerpo, sino en la historia que contamos sobre lo que nos pasó”, afirma. Y esa historia, con ayuda profesional o por iniciativa propia, puede reescribirse.

¿Y si mirar atrás no siempre ayuda?

Aunque reconoce el valor de las terapias enfocadas en el pasado, Kaufman es crítico cuando éstas refuerzan una identidad basada en el sufrimiento. “Si solo te ves a través del lente de tu victimización, tu potencial queda en segundo plano”, advierte. Validar el dolor no significa vivir desde él. Por eso defiende terapias que miran al futuro y promueven la acción, como el coaching o la psicología positiva.

La sensibilidad no es debilidad

Kaufman también habla de las personas altamente sensibles: aquellas que captan más matices, sienten con mayor intensidad y son más vulnerables al estrés ambiental. Lejos de ser una desventaja, esta sensibilidad puede convertirse en una fortaleza si se combina con creatividad, empatía y apertura a nuevas experiencias.

“No seas víctima de tu alta sensibilidad; transfórmala en una ventaja”, aconseja. El reto está en evitar que la sensibilidad se convierta en una etiqueta que justifique la inacción o la exigencia constante de adaptación por parte del entorno.

La trampa digital del sufrimiento

En la era de las redes sociales, donde los relatos personales se convierten en moneda de validación, Kaufman advierte un fenómeno preocupante: el de la victimización performativa. Plataformas como TikTok han dado visibilidad al dolor, pero también han fomentado una especie de “olimpiada del sufrimiento”, donde el reconocimiento depende de cuánto se ha padecido.

“Pareciera que el dolor otorga estatus. Pero sufrir no es una competencia”, remarca. La consecuencia es una cultura que valora más la exposición de heridas que la recuperación de ellas.

Del dolor a la resiliencia

Superar la mentalidad de víctima no es negar el dolor, sino aprender a no identificarse con él. Para ello, Kaufman propone cultivar tres capacidades esenciales: empoderamiento personal, regulación emocional y resiliencia.

Una herramienta poderosa es la flexibilidad psicológica, base de terapias como la ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso), que enseña a actuar según los propios valores incluso en presencia de emociones incómodas. “La clave es no tomar las emociones como hechos, sino como señales”, explica.

No se trata de ignorar lo que sentimos, sino de entrenar la tolerancia al malestar emocional. “Tenemos reservas de resiliencia mucho más profundas de lo que creemos, pero no nos damos la oportunidad de ponerlas a prueba porque evitamos lo que tememos”.

Una nueva narrativa

Kaufman no busca invalidar el dolor ni minimizar la injusticia. Su mensaje es más esperanzador: el sufrimiento no tiene por qué definirnos. Podemos mirarlo de frente, reconocerlo y, aun así, construir desde allí una identidad nueva, más libre y más fuerte.

Ser víctima puede ser parte de la historia, pero no tiene por qué ser el final.

Fuente: Infoabae

Etiquetas

Artículos Relacionados