De profesión: sicario

De profesión: sicario

De profesión: sicario

Dunia De Windt

¿Cuánto cuesta asesinar sin pudor en el país? Somos testigos de la respuesta hace tiempo. ¿Cuánta sangre fría o falta de vergüenza hay que tener para mandar a aniquilar a una persona? En realidad, no sé quién es peor, el autor intelectual o el que consuma el hecho. 

En un país como el nuestro y en la situación de precariedad constante que viven muchos, miles de jóvenes que no encuentran oportunidad laboral por las razones que fuesen, con una ociosidad descomunal y entornos familiares no siempre recomendables, parece que la única vía para sacarse unos pesos es asesinar por encargo, mal alimentándose de una sociedad que les enseña que es muy fácil tenerlo todo y ganarse los cuartos rápido sin derramar una gota de sudor.

El deterioro moral que estamos observando da miedo. Cuando digo lo “moral” me refiero a la astucia que tienen algunos y la cobardía escondida de pagar a alguien para que asesine por encargo bajo cualquier razón y justificación.

Las confusiones abundan a la hora del asesinato, y a pesar de eso, no descansan hasta lograr el verdadero objetivo para aniquilar.

Pero, ¿qué hace la Justicia dominicana? Apresan a estos desgraciados para luego soltarlos, con el cuento chino de la siempre incomprensible “medida de coerción”.

La falta de una verdadera justicia para resolver estos conflictos se hace más lenta, vieja y sin sentido. Por eso abogan algunos entendidos que en este país estamos llegando a un punto de que la “pena de muerte” es una necesidad imperiosa. Aunque la Policía Nacional tiene su propia forma de remediar esto sin mediar palabra.

Los casos continúan acumulándose y llenando de estupor a la sociedad. Los sicarios y delincuentes de todo tipo están marcando la pauta de la cotidianidad desde hace años.

El camino de la violencia arropa una sociedad ufanada tiempo atrás de la paz en que vivía. Estos desarmados actúan sin miramientos, sin escrúpulos, sin distinción y todo eso bajo el amparo de las fuerzas del orden, que se pasan la vida prometiendo “tranquilidad” al pueblo dominicano.

En ese sentido, entre el narcotráfico y la delincuencia este país es el nuevo México o Colombia de los 80, o para ponerlo más próximo, la delincuencia en Puerto Rico nos está quedando pequeña.

Atino a preguntar: ¿cómo podríamos combatir el sicariato que no nos deja en paz sin esperar movimientos certeros de los agentes del orden?, ¿qué puede hacer el gobierno por blindarnos como ciudadanos frente a esta terrible situación?, ¿porqué tarda tanto la justicia en llegar?, etc…



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